lunes, 20 de diciembre de 2010

Alarmado por la alarma

La actitud adoptada por los controladores aéreos el pasado 3 de diciembre mereció mi rotundo rechazo (reflejado en el artículo de opinión ‘¿Huelga o golpe?’, publicado en este mismo espacio) por entender que se había ocasionado un enorme daño a la economía española y canaria, así como a los derechos de más de medio millón de pasajeros, botados en los aeropuertos y a los que se frustró su pequeño paréntesis vacacional o su traslado por motivos familiares, de estudio e, incluso, de salud.

"Tras la inquietud social por la desmesurada acción de los controladores aéreos le sucede otra situación de largo alcance y de profundas y preocupantes raíces"

Consideré entonces que ante el ‘golpe’ de estos privilegiados profesionales se correspondía la dura respuesta del Gobierno central. Y mostré, asimismo, mi asombro y rechazo ante la tibieza irresponsable del PP o los apoyos de determinadas fuerzas sindicales, estatales y de ámbito canario, a las que parece importarles una higa los ciudadanos y sus problemas.

Aunque la declaración del estado de alarma suscitaba y suscita algunas dudas jurídicas, manifestadas por muchos expertos que consideran que había que hacer una lectura muy forzada para aplicarla como respuesta a los hechos sucedidos en el puente de la Constitución, la gravedad de lo ocurrido, el cierre del espacio aéreo, podía justificarla.

Se trataba, en todo caso, de una medida excepcional y planteada como respuesta ante hechos consumados de una enorme gravedad y llevados a cabo sin previo aviso. Por eso, cuando el Gobierno del PSOE decide prorrogar esa figura constitucional hasta el próximo 15 de enero saltan las democráticas alarmas.

Las condiciones no son las mismas que las que ‘obligaron’ a la drástica decisión del 4 de diciembre. Ahora no se interviene ante la espantada de los controladores, gamberrada o huelga salvaje de enormes proporciones, sino ante la sospecha, fundamentada o no, de que pudiera volverse a repetir un episodio como aquel.

Y se abre, además, una peligrosa puerta a prevenir de semejante manera cualquier atisbo de conflicto laboral que se plantee en un futuro, para delicia de autoritarias almas políticas que, en este país, haberlas haylas.

Hay que recordar que el artículo 116.2 de la Constitución, posibilita al Gobierno declarar el estado de alarma en muy determinadas circunstancias, entre ellas cuando se produzca “paralización de servicios públicos esenciales para la comunidad, cuando no se garantice lo dispuesto en los artículos 28.2 y 37.2 de la Constitución y concurra alguna de las demás circunstancias o situaciones contenidas en este artículo”.

Coincido plenamente con Josep Ramoneda, cuando señala que “normalizar la excepción es incompatible con la idea de democracia, que es precisamente un régimen en que la excepción solo cabe en circunstancias muy extraordinarias. Convertirla en arma preventiva es directamente una violación de la propia idea constitucional de excepción, que se legitima en lo que ha ocurrido, no en lo que hipotéticamente pudiera ocurrir”.

Probablemente, el debilitado Gobierno de Rodríguez Zapatero ha querido aprovechar los posibles réditos de la imagen de firmeza, que tantos aplausos suscitó en el reciente conflicto del constitucional y ,sin embargo, excepcional puente.

Pero su vuelta de tuerca es muy discutible hoy y constituye un peligroso precedente para mañana. Tras la inquietud social por la desmesurada acción de los controladores aéreos le sucede otra situación de largo alcance y de profundas y preocupantes raíces. Una decisión, apoyada de forma mayoritaria en el Congreso, que, paradójicamente, me deja alarmado por la alarma.

Enrique Bethencourt

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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Canarias: una, grande y húmeda

Pasar, de un bolichazo, de 7.447 a más de 50.000 kilómetros cuadrados no se digiere fácilmente. Por lo menos a mí me cuesta encajar cómo saltamos del puesto número decimotercero al cuarto en superficie entre las comunidades autónomas, sólo por detrás de Castilla y León, Andalucía y Castilla La Mancha; y de suponer apenas el 1,47% del total de superficie del Estado a más del diez por ciento.

Me siento, de repente, ciudadano de una comunidad enorme y, al mismo tiempo, me encuentro más holgado, menos apretujado, por su escasa densidad de población, apenas 38 habitantes por km2; integrante de una expansiva nacionalidad atlántica, una nación en ciernes formada esencialmente por agua, como el cuerpo humano, aunque más salada, eso sí.

Además, está el simbolismo mágico de que, justo, multiplicamos por siete, el número cabalístico y sagrado por excelencia, nuestra actual, limitada y terrícola superficie. Siete, como los días de la semana, los pecados capitales, las notas musicales, los colores del arco iris, las islas (con perdón de La Graciosa) y hasta las consejerías de Rivero (con perdón de la de Empleo, que para lo que sirve).

No importa que no figure en el Estatuto de Autonomía, que no lo reconozca el Instituto Nacional de Estadística (INE) ni las organizaciones internacionales. Que más da. Lo importante es la ilusión que genera ese poderío, esa elasticidad sobrevenida, ese aumento de superficie no vinculado a la erupción de volcán alguno, que entronca directamente a Rivero con Felipe II, el monarca de la imperial España en la que no se ponía el Sol.

Igual sucede con las aguas interiores. Ya sé que la ley de marras no está reconocida por la comunidad internacional; que hasta Rubalcaba afirma, y no precisamente en la intimidad, que es un entretenimiento para que CC esté tranquila y justifique sus prolongados arrumacos con el PSOE, iniciados cuando ZP pedía agua por señas.

Pero admitan que es emocionante imaginarse a una patrulla de la guanchancha abordando un petrolero o un carguero entre Tenerife y Gran Canaria, o entre Fuerteventura y la isla redonda, y amenazando a su capitán con las represalias del consejero Ruano; obligándole a dirigirse al puerto más cercano y confiscándole a las bravas la mercancía.

Una gesta como la lograda estos días merece trasladarse a todos los ámbitos de la vida cotidiana e institucional. El windsurfing sustituirá a la lucha canaria como deporte autóctono por excelencia; y los niños aprenderán a margullar al mismo tiempo que a caminar. Canarias es ya una, grande y húmeda.

Y, en consecuencia, su bandera y su himno nacional deben adaptarse a los nuevos y acuáticos tiempos. Desterrando la adaptación de Benito Cabrera de los ‘Cantos Canarios’ de Teobaldo Power y apostando por un más moderno, pegadizo, televisivo y actualizado “Soy tu aire, soy tu agua”.

Y colocando en la enseña las siete estrellas verdes, sí, pero utilizando para ello los asteroideos marinos, especialmente la ‘asterina gibbosa’, presente, de momento, sólo de momento, en nuestro mutante y decreciente catálogo de especies protegidas, pero menos, que en eso sí han conseguido que el PSOE estatal haga la vista gorda a su afeitado para que haya mar pero sin sebadales.

Agüita con ellos.

Enrique Bethencourt

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viernes, 10 de diciembre de 2010

¿Huelga o golpe?

La decisión adoptada por los controladores de ponerse ‘malitos’ masivamente y abandonar sus puestos de trabajo, llevando al cierre del espacio aéreo español ha sido la gota que colma el vaso de los despropósitos.

Ha sido la última vuelta de tuerca de un colectivo privilegiado e insolidario, acostumbrado al chantaje y, como este fin de semana, el secuestro de la ciudadanía. Un colectivo que, no hay que olvidarlo, ha sido tolerado hasta ahora por todos los Gobiernos, fueran del PSOE o del PP; que han sido tremendamente débiles ante sus desmanes. Pero lo de este largo fin de semana supera todos los niveles de disparate.

El Gobierno decidió en febrero incrementar su número de horas anuales de trabajo de 1.200 a 1.670. Igualmente, en el decreto aprobado el viernes 3 por el Consejo de Ministros se señala que en ese cómputo horario no se incluyen "los permisos sindicales, las guardias localizadas y las licencias y ausencias por incapacidad laboral". La respuesta ante la modificación de sus privilegiadas condiciones laborales ha sido desmedida, realizando una huelga salvaje lo más parecida a un golpe de estado.

Los propios jefes de los controladores señalaban en un entrevista en el periódico El Mundo, hace más de un año, que eran de los pocos colectivos capaces de tumbar a un Gobierno. Estos señoritos han hecho un daño incalculable a la economía española y a su sector turístico. Este club de millonarios ha fastidiado al personal que aprovechaba estos días para realizar unas minivacaciones e imposibilitado asimismo moverse a quienes tenían que hacerlo por motivos laborales o de salud.

Decir, como decía una controladora, que trabajan en “condiciones de esclavitud” es patético. Y falso. Qué sabrán ellos de esclavitud y de trabajos penosos. ¿Saben cuánta gente tiene horarios y turnos mucho peores, así como similares o mayores responsabilidades y, además, sueldos muy inferiores a ellos?

La misma controladora añadió, en una muestra de la chulería que parece formar parte del ADN del colectivo, que "Somos capaces de volver a hacerlo y tenemos las Navidades a la vuelta de la esquina. No nos vamos a doblegar". Se queda corto el vicepresidente Rubalcaba cuando les califica de insensatos. A los ciudadanos se nos ocurren diez o doce calificativos más rotundos y precisos.

En el caso de Canarias el daño del levantamiento de los controladores se multiplica. Lo que puede justificar que el tema sea llevado a la Fiscalía por parte de su Ejecutivo, aunque no comparto que Rivero abandone el tono institucional que le corresponde por su cargo y haga declaraciones altisonantes, al exigir que el Gobierno español repita las decisiones tomadas por Reagan hace casi treinta años.

En primer lugar, porque pedir que los echen a todos es populista y demagógico, y supondría aplicar el mismo trato a los que simularon enfermedades que a los que estaban cumpliendo con su función. Además de que lo que corresponde es actuar conforme a derecho, abriendo expedientes, casi medio millar como anunció el domingo el ministro de Fomento, de los que 60 corresponden a controladores que ejercen en los aeropuertos de Canarias.

Como decía, el mal sufrido es más profundo en Canarias. En primer lugar, porque ha perjudicado la llegada de turistas –circunstancia que ciertamente compartimos con otras comunidades-, en unas fechas muy interesantes para el sector, que podían aliviar el mal momento económico que atravesamos. En segundo, y no es menos importante, porque nos han aislado varios días de España y del mundo, impidiendo asimismo las comunicaciones entre las Islas.

En mi opinión, se justifica la dureza de la intervención del Gobierno. Algún progre trasnochado, por lo que leí en algún artículo de opinión, igual pretendía solucionarlo a la portuguesa, es decir llevando claveles a las consolas de las boicoteadas torres de control. Y algunos sindicatos canarios quedan bonitos al denunciar “la criminalización a que están sometiendo a este colectivo laboral desde algunas instancias institucionales, políticas y empresariales por el mero hecho de atreverse a defender sus derechos”. A los ciudadanos, que les den.

Y tampoco vale la actitud de quienes ponen todo el acento en la crítica al Gobierno y en la inmerecida salvación de los insurgentes. El PP, una vez más, no ha estado a la altura de las circunstancias. Entre actuar con coherencia, rechazando la acción de los controladores, su huelga salvaje, y acortar su camino a La Moncloa, han escogido, una vez más, esto último, con escasez de miras y escaso patriotismo. Olvidando, además, sus responsabilidades en el poder otorgado a los controladores, por ejemplo por Álvarez Cascos, ministro de Aznar que puso en manos de los controladores la autogestión de la organización de su trabajo. De aquellos polvos, estos lodos.

Decir que el Gobierno de España tenía que retrasar la aprobación de su decreto sobre los horarios de trabajo de los controladores (y que ciertamente les elimina algunos de sus consolidados privilegios) equivale a plantear que se traslade el problema a las vacaciones de Navidad, con efectos aún mucho más graves. Y supone no centrarse en la verdadera naturaleza del problema, que llevamos arrastrando por el poder omnímodo de un grupo profesional que pretende ponernos de rodillas a todos.

José Blanco, con aciertos y errores en su gestión del conflicto, tiene el enorme mérito de haber sido el primero en atreverse a meter mano a este colectivo, cuando sus antecesores pasaron de puntillas ante sus privilegios y desmanes. O como el ‘pepero’ Álvarez Cascos, le incrementaron sus atribuciones y capacidad de maniobra, para su bien y en contra del interés general.

Los controladores han perdido con su actuación la batalla ante la opinión pública. Pero considero que su derrota no puede quedar limitada al desprestigio social y al profundo desprecio que hoy suscitan sus integrantes en la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de Canarias y del conjunto de España.

Su disparate debe tener consecuencias. Y, asimismo, debe transparentarse que padecen el escarmiento suficiente para que no estén más nunca en condiciones de volver a escenificar un golpe contra los ciudadanos y el Estado como el iniciado el viernes 3 de diciembre.

Enrique Bethencourt

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miércoles, 1 de diciembre de 2010

El PP ‘soriano’ y las dictaduras

Polemicé en una reciente edición de ‘El Envite’, en la Televisión Canaria, con el diputado y ex portavoz del PP en el Parlamento canario, Miguel Cabrera Pérez Camacho, acerca de las dictaduras buenas, malas, regulares y medio pensionistas. El asunto entró en el debate al reiterar Pérez Camacho su absoluto rechazo a que los presidentes del Gobierno de Canarias visiten la isla caribeña.

Le recordé entonces que el máximo dirigente de su partido, José Manuel Soria, siendo consejero de Economía y Hacienda y vicepresidente del Gobierno de Canarias, realizó una visita oficial a Guinea, que no posee un régimen muy democrático que digamos.

La respuesta/argumentación del diputado y posible candidato a la alcaldía de Santa Cruz de Tenerife no tuvo desperdicio: Cuba lleva más de cincuenta años con un régimen dictatorial (Teodoro Obiang Nguema lleva treinta mandando en Malabo, siguiendo la estela de Macías), dijo, añadiendo que la problemática cubana afecta a muchos canarios y, además, en Cuba no hay elecciones y en Guinea sí; verdad esta última solo a medias porque el régimen de La Habana también tiene elecciones y las de Guinea, casualmente, suele ganarlas el partido oficial con el 95% de los sufragios. En ese instante le recordé que la España de Franco no dejaba de ser una dictadura por mucho que se eligieran, por ejemplo, procuradores por el tercio familiar.

Pero, sobre todo, le planteé que puestos a calibrar las maldades de ambas dictaduras comparara sus datos de mortalidad infantil, considerado por muchos expertos como un indicador fino del estado de salud de una nación.

Las cifras son elocuentes, con datos oficiales del 2009 Cuba tiene un 5,82% de mortalidad infantil, por encima de España (4,21%), Alemania (3,99%) o Francia (3,33%), pero con mejores registros que Estados Unidos (6,26), Colombia (18,9), Marruecos (36,88) y, por supuesto, Guinea Ecuatorial (65,22), que multiplica por once los de la ‘terrible’ Cuba. Eso sí el país africano que suscita mayores simpatías de Pérez Camacho tiene una tasa inferior a Guinea Bissau, Ruanda, Sudán o Burkina Faso. Algo es algo.

El diputado del PP hubiera quedado perfecto y su argumentación alcanzado plena credibilidad si hubiera denostado todo tipo de dictaduras, si hubiese rechazado la colaboración de Canarias con cualquier régimen donde no se respeten las libertades, donde sea imposible ejercer la libertad de prensa o donde el pluralismo político se encuentre en el horizonte, es decir bien lejano y difícilmente alcanzable. Aspectos estos últimos, los de las diversas libertades, en que naufragan las dos naciones en cuestión.

Pero tratar de embellecer a un régimen tiránico, como el de Obiang, considerado como uno de los más represores del mundo, experto en torturas y desapariciones, pero además caracterizado por sus abismales desigualdades sociales y su escaso respeto a las condiciones de vida de su gente, y de manera especial de su infancia, confirma que no se trata de un alegato democrático, ni de un rechazo a las dictaduras, sino de política sesgada, sectaria y partidista con minúsculas, con casi ilegibles minúsculas.


Enrique Bethencourt

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martes, 16 de noviembre de 2010

‘Psoecidio’

Las primarias, como las pistolas, las carga el diablo. Y a los socialistas, aquí y en la metrópoli, estos singulares procesos democráticos se les vienen atragantando hasta límites insospechados.

La derrota del oficialismo en Madrid constituye una buena muestra de que no siempre salen las cosas como el aparato quiere; que, a veces, las bases salen respondonas. Pero a Tomás Gómez no se le ha ocurrido fusilar a quienes apoyaron a Trinidad Jiménez, disolver los comités locales de los municipios díscolos con su liderazgo ni solicitar a Zapatero que releve a su contrincante en las primarias al frente del Ministerio de Sanidad, ayer, o del de Exteriores en estos momentos.

Sin embargo, en Canarias sí que han organizado una purga al más viejo estilo estalinista, aquel que pregonaba que el partido se fortalece depurándose. La disolución del comité local de Santa Cruz de Tenerife y la imposición de una gestora a nivel insular pocos meses después de elegirse esta en un congreso, parecen decisiones poco meditadas, o planificadas por el enemigo, que tendrán gravísimas consecuencias políticas y electorales.

Suponen, en mi opinión, una enorme torpeza, así como la presencia de unos peligrosos resabios antidemocráticos, que contribuyen a la desmoralización de los sectores progresistas en Tenerife y en el conjunto de Canarias. Parece que Juan José Millás se refería a nuestra tierra cuando dijo que “la primera condición para ser dirigente es no ser idiota. La segunda, no tratar a los demás como idiotas. Durante la resaca de las primarias, los dirigentes socialistas están incumpliendo las dos.”

A nadie se le oculta que el PSC-PSOE gozaba de una excelente oportunidad en la capital santacrucera, visto el profundo desgaste de Miguel Zerolo a lo largo del mandato, que se ha visualizado como una etapa de auténtica parálisis en la corporación, y los problemas que atraviesan los otros grupos de la oposición municipal.

Sin embargo, parece que CC está destinada a ganarlas siempre. Primero, José Manuel Soria les allana el camino defenestrando a Ángel Llanos, un valor electoral en alza, igual que en el pasado hicieron con Guillermo Guigou; ahora, los socialistas postprimarias aplican la política de tierra quemada en sus propias filas y se hacen el haraquiri, renunciando a derrotar a CC.

Si con ello lo que pretenden es acercarse a las huestes coalicioneras y facilitar el acceso socialista a un futuro Gobierno de Canarias tras las elecciones de mayo, se trata de pésimas formas que, encima, no garantizan ningún éxito en la misión, como sucedió en el pasado con Jerónimo Saavedra o Juan Carlos Alemán, condenados, pese a su amable trato hacia ATI, a una larga travesía del desierto.

En ese contexto, una frase del comunicado oficial del PSC-PSOE tras el linchamiento en plaza pública de los críticos –“Los socialistas canarios muestran su preocupación por la actual situación de evidente desencanto de la ciudadanía respecto a la política”- parece un ejercicio de nada sutil desfachatez; primaria, por supuesto.

Enrique Bethencourt

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martes, 2 de noviembre de 2010

Canarias, ejemplo internacional

Sé muy bien que en muchas cosas esta tierra, Canarias, no anda bien. En el empleo ni les cuento, 312.000 parados según la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre, líderes en España y casi campeones de toda la Unión Europea continental y ultraperiférica, sólo superados por Reunión.

En la Educación y la Sanidad, también arrastramos los peores parámetros del conjunto del Estado, pero seguro que estamos mejor que Guadalupe o Guyana. Igualito que con la Ley de Dependencia, en la que nuestro Gobierno canario ha naufragado para sufrimiento de miles de personas, afectados directos y sus familiares.

Pero no me negarán que tenemos nuestras más que curiosas especificidades. Especialmente en la política, con un sistema electoral estrambótico y que se burla de la ciudadanía, dejando sin representación en el Parlamento a más de 150.000 votantes, lo que no sucede en ninguna otra región, nacionalidad o nación.

Pero puestos a superarnos, la crisis abierta tras la huida del PP a los cuarteles de otoño/invierno (aunque no descartan volver en primavera, poco después de que ésta llegue de la mano de El Corte Inglés) nos proporciona otro motivo para sentirnos diferentes: somos la única comunidad en la que gobiernan los que perdieron las elecciones, en la que en su Consejo de Gobierno se sientan, en exclusiva, los integrantes del partido tercero en votos, que representa al 23% de los votos válidos, mientras que no está, ni se le espera, el otro 77%. Y sólo 19 de los 60 diputados apoyan al nuevo Ejecutivo pauliniano. Politólogos de todo el mundo deberían venir a estudiar tan singular caso.

Si exportáramos el modelo, en Andalucía gobernarían las huestes de Cayo Lara, tercera fuerza tras socialistas y conservadores; en Cataluña lo haría el PP o ERC en solitario desbancando al todavía mayoritario tripartito, al que las encuestas dicen que les quedan pocos telediarios; y en Aragón le correspondería el bastón de mando a la Chunta Aragonesista del recientemente desaparecido Labordeta. Y apurando la cosa, hasta en Galicia el presidente Feijoo se vería obligado a dar paso al Bloque Nacionalista Galego, completando un curioso cuadro: el Gobierno de las minorías.

Pero en esas comunidades autónomas debe reinar, al menos, el sentido común. O el sentido democrático, que no es lo mismo pero es igual. En nuestro caso no, perpetrando una auténtica perversión democrática.

La responsabilidad fundamental está en quienes han impedido la reforma del sistema electoral canario, muy útil para los intereses de CC pero poco para los valores de la democracia, y las propias modificaciones del Estatuto, que posibilitarían una disolución del Parlamento y un adelanto de las elecciones, como ocurre en otras autonomías.

Pero también se encuentran en las otras dos fuerzas parlamentarias que, por acción u omisión, toleran o propician esta inocentada tan poco inocente que se va a prolongar hasta las elecciones de mayo de 2011.

Enrique Bethencourt

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lunes, 18 de octubre de 2010

Solidarios, claro que sí

Hace unas semanas el secretario general de Naciones Unidas, Ban ki Moon, llamó a los líderes mundiales a no desviar la ayuda para los pobres para fortalecer sus propias finanzas, en medio de la leve recuperación económica mundial del último período.

Lo hizo en el marco de la cumbre celebrada en Nueva York para revisar los Objetivos del Desarrollo del Milenio lanzados hace una década por la ONU para ser cumplidos en 2015. Países ricos y pobres se comprometieron entonces a unir sus esfuerzos para lograr los Objetivos del Milenio para el desarrollo. Que van desde erradicar la pobreza extrema y el hambre hasta lograr la educación primaria universal; pasando por promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, reducir la mortalidad infantil o mejorar la salud materna.

A cinco años vista de la meta fijada por Naciones Unidas el cumplimiento de los objetivos es muy irregular y se está todavía bastante lejos de erradicar la pobreza en el mundo. Las cifras de la pobreza en el mundo obligan a reflexionar sobre qué mundo estamos construyendo y en dónde quedan los rasgos de humanidad. La mayoría de la población del Planeta se encuentra completamente al margen del bienestar. Ese que disfrutamos en los países en que contamos con educación universal o sanidad pública y en los que la pobreza está a años luz de la que se padece en el tercer mundo.

Les recuerdo algunas de esas cifras de la pobreza, según datos oficiales de la ONU: un niño de cada cinco no tiene acceso a la educación Primaria; 876 millones de adultos son analfabetos, de los cuales dos tercios son mujeres; cada día, 30.000 niños de menos de 5 años mueren de enfermedades que hubieran podido ser evitadas; más de 500.000 mujeres fallecen cada año durante el embarazo o en el parto; más de 1.000 millones de personas no tienen acceso a agua potable; y 2.800 millones de personas, es decir, cerca de la mitad de la población mundial, viven con menos de 2 dólares al día.

Frente a esa realidad podemos esconder la cabeza bajo el ala, mirar para otro lado o, como predica Ki Moon actuar para tratar de cambiarla, construyendo entre todos un mundo más justo y solidario. Eso implica actuaciones individuales, como hemos visto en muchas ocasiones con la solidaridad desplegada por miles de ciudadanos ante catástrofes en distintas partes del Planeta. Pero supone sobre todo actuaciones de los Estados, en especial los que más tienen, que deben hacer de la ayuda al desarrollo un elemento esencial de sus agendas.

Lo pueden plantear hasta por razones egoístas, para evitar masivos movimientos migratorios al no existir esperanza alguna de vida digna en sus tierras de origen. O por razones de solidaridad o de humanismo cristiano o agnóstico. Lo que no vale es el discurso facilón de “primero nosotros” y los otros que esperen. Entre otras cosas, porque mal nos iría a los canarios de aplicarse en su literalidad esos planteamientos. Hagamos un poco de memoria.

En los años 90, cuando Alemania afrontaba los costes de la unificación y en Alemania de Este había más de un 20% de paro e infraestructuras calamitosas, heredadas del régimen comunista, el estado germano destinó decenas de millones de marcos de entonces para ayudas a la Europa menos desarrollada, lo que nos benefició directamente a los canarios. Muchas de las infraestructuras de las que hoy disfrutamos son producto de esa ‘generosidad europea’. No tendríamos las carreteras que tenemos ni los aeropuertos. Y nuestros hospitales, por cierto, siguen siendo hoy mejores que los de Alemania del Este.

Hay que recordar que Canarias, región ultraperiférica de la Unión, recibe tres tipos de ayudas diferentes Fondos Europeos, ayudas POSEICAN para el sector agrícola y ayudas de estado de finalidad regional. Para el actual período 2007-2013 recibiremos de estos fondos nada más y nada menos que 1.490 millones de euros, es decir, 213 millones de euros al año. A los que hay que sumar lo procedente de la participación en programas operativos multirregionales.

Es verdad que esta cifra es menor a la recibida en el período 2000-2006, porque hemos mejorado nuestro PIB y porque la ampliación supuso la entrada de países más pobres. Entonces, cuando Canarias era considerada Objetivo 1, es decir, región subdesarrollada por tener una renta per capita inferior al 75% de la renta media comunitaria la aportación europea era el doble.

El total recibido por Canarias en 7 años, entre el 2000 y el 2006, a través de su Programa Operativo Integrado propio ascendió a 2.943,5 millones de euros. Esto supone que Canarias recibió anualmente 420,5 millones de euros, es decir, 70.000 millones de las antiguas pesetas al año. Además, el POSEICAN contiene una importantísima línea de ayudas al sector agrícola y a la industria agroalimentaria local.

Resumiendo, las ayudas recibidas por Canarias al año son las siguientes: Fondos Europeos: 213 millones de euros al año; POSEICAN: 268,4 millones de euros al año; beneficios fiscales por incentivos del REF: 1.196,8 millones de euros en el año 2009. Es decir, que Canarias recibe 1.678,2 millones de euros de la Unión o estos se quedan en Canarias por autorización de la UE cada año.

¿Por qué Alemania o Francia aportan para beneficiar a las regiones menos favorecidas de Europa?

¿Por qué no dedican las perras a sus parados, a sus pobres, a sus marginados?

¿Qué ‘palo’ supondría para Canarias y para su gente semejante actitud, digamos, poco solidaria?

Los discursos en boga contra los programas de ayuda al desarrollo, contra la solidaridad se caen por su propio peso, por mucho que encuentren eco y aplaudidores. Carecen de argumentación; y, sobre todo, son profundamente injustos e inhumanos. Como bien señala el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, "no hay un proyecto mundial de más importancia que la lucha contra la pobreza”. Y ese proyecto no puede ni debe tener fronteras.

Enrique Bethencourt

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lunes, 4 de octubre de 2010

Último parte de guerra

“En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército sindical, las tropas de la patronal y de las entidades financieras han alcanzado sus últimos objetivos. El Estado del Bienestar ha sido aniquilado”.

Este bien podría ser el último parte de guerra tras la huelga general del 29 de septiembre; el problema es que, junto a los firmantes, las triunfantes fuerzas neoliberales y conservadoras, habría que buscarle un huequito a la socialdemocracia española, conversos que han hecho en los últimos tiempos el trabajo sucio de exterminio o, al menos, significativo adelgazamiento de lo público.

Es verdad que la huelga no fue un rotundo éxito. Pero tampoco fue un completo fracaso. Una parte importante de la población respondió a la llamada de los sindicatos y esto se notó en sectores estratégicos, como el transporte y los puertos, así como en grandes empresas como las del sector del automóvil. Pero también es verdad que el paro no alcanzó el seguimiento de los convocados contra decisiones políticas y sociales de los gobiernos de Felipe González y de José María Aznar.

En mi opinión, se trataba de la huelga más justificada de toda la etapa democrática. Nunca antes habíamos asistido a la toma de decisiones globales, en Europa y en España, que van directamente contra los intereses de la gente, como es el caso de las pensiones, ni contra medidas que disminuyen el papel de lo público, impidiendo el desarrollo económico y la generación de empleo y desprotegiendo a quienes peor lo pasan.

Pero la huelga general se llevó a cabo en condiciones muy difíciles. Con muchos trabajadores del sector privado temerosos ante posibles represalias, cuando el horno del empleo no está para bollos de decisiones arriesgadas. Con funcionarios quemados tras la anterior huelga contra la bajada de sus salarios y que no estaban dispuestos a otro descuento en su nómina; y, dentro de estos, con docentes que aún arrastran las heridas de la fracasada batalla por la homologación.

Con personas que compartían el espíritu de la convocatoria, pero estaban resignadas y convencidas de que no hay nada que hacer, de que esto no hay quien lo cambie. Y hasta con otras que no querían castigar a Zapatero y facilitar aún más la cada día más inminente llegada de la derecha a La Moncloa…

Pero también, no quiero olvidarlo, un porcentaje significativo no se movilizó como muestra de rechazo a unos sindicatos que consideran alejados de la realidad, burocratizados y que llegan tarde, que tuvieron que plantarse mucho antes; que defienden a los que tienen empleo –y, especialmente, a los trabajadores públicos- pero se han olvidado por completo de los parados. Y esto debe hacer reflexionar a los sindicatos, que están en el punto de mira de los tanques ideológicos de la derecha, pero también son cuestionados por lo que debiera ser su propia base social.

Abierta la veda, hasta Sebastián Grisaleña, presidente de la Confederación Canaria de Empresarios, ha abogado por la desaparición de las organizaciones sindicales, en lo que espero que sea una calentura verbal y no un peligroso tic antidemocrático. Podría reflexionar, aprovechando el viaje, por cómo la CEOE, de la que forma parte su organización, mantiene al frente a un señor, como Gerardo Díaz Ferrán, experto en hundir empresas –Air Comet, Marsans o seguros Mercurio…- y en no pagar a sus trabajadores.

Son sin duda malos tiempos para la lírica, para los sindicatos y para los sectores progresistas, en los que, seguramente, no vale repetir viejas fórmulas y gastadas respuestas. Y eso implica más reflexión y acción consecuente o nos arriesgamos a que se consolide el más profundo retroceso social del último siglo. Leyendo algunas de las convocatorias y algunos de los manifiestos de los ‘abajofirmantes’ de este 29-S mucho me temo que queda mucho para iniciar el camino. Pero todo se andará.

Enrique Bethencourt

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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Arrepentimiento ‘hey’

Por fin puedo dormir tranquilo: Julio Iglesias reconoce que no cantaba nada bien en sus primeras décadas delante de los micrófonos de un concierto o de las salas de grabaciones.

“Creo que canté muy mal en los primeros 20 o 25 años de mi carrera”, dice, en un sorprendente ejercicio de singular modestia. Circunstancia que, curiosamente, no constituyó el menor obstáculo para que vendiera más de 300 millones de discos y para que disponga desde hace tiempo de una más que relevante fortuna, con un patrimonio estimado en 3.600 millones de euros.

Reconozco que siempre he pensado que los gorgoritos de Julito dejaban bastante que desear, y que era un producto comercial que estaba a años luz de Frank Sinatra, por mucho que sus discos se vendieran como roscas; aunque conozco a auténticos fans del autor de la eurovisiva ‘Gwendolyne’ que me han echado en cara mi falta de acierto en mis juicios (prejuicios dicen ellos y ellas) sobre tan internacional personaje.

Detrás de su declaración se esconde, eso parece, un propósito de la enmienda y, sobre todo, una absoluta seguridad de que en estos momentos, superada una larga etapa de aprendizaje, lo hace de maravilla. De que ahora sí, canta como los ángeles, que al fin y al cabo es una buena forma de proporcionar un disco recopilatorio (o rectificatorio, no estoy muy seguro) de su más que dilatada carrera.

Ese balance autocrítico, ese arrepentimiento por las cosas mal hechas, aunque tardío, tal vez llegue a ponerse de moda en ámbitos que vayan más allá de la farándula.

Y hacer que George Bush reconozca públicamente que sus dos legislaturas al mando de la superpotencia del Planeta fueron un fiasco, que él no entendía de armas de destrucción masiva y que se equivocó invadiendo Irak y armando el desastre que armó. Y secundarles Blair y Aznar, pidiendo sincero perdón por su mayor o menor papel en dislates con tantas consecuencias sangrientas, lo que no les salvaría, pero menos da una piedra.

Y hasta el santo papa que vive en Roma podía apuntarse humildemente a la reflexión y al arrepentimiento por el sufrimiento que sacerdotes de aquí y acullá han causado a tantos niños violados en la sacristía o en el confesionario, sin que obispos, arzobispos ni papas, reaccionaran con la contundencia necesaria ante semejantes barbaridades.

O, en fin, que los dirigentes europeos, incluido el hasta hace bien poco socialdemócrata Zapatero, transmutado en converso de la derecha, reconocieran su desafinamiento en las políticas que vienen aplicando contra la crisis económica, que cargan sus tintas contra trabajadores y pensionistas, que pretenden exprimirnos hoy y avisarnos de que no hay mañana, mientras banqueros y grandes fortunas continúan haciendo su agosto.

Tal vez Julio tenga razón: la vida sigue igual. Hey!


Enrique Bethencourt

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martes, 7 de septiembre de 2010

‘Neiradas’

Hace dos años aplaudí con firmeza, en un artículo publicado en Canarias7, su comportamiento al tratar de defender a una mujer maltratada, lo que le costó importantes lesiones de las que tardó en recuperarse.

Me pareció un ejemplo de conducta cívica en uno de los asuntos, el de la violencia contra las mujeres, que más debe avergonzar a esta sociedad moderna y avanzada. Y ante el que no vale, en modo alguno, mirar hacia otro lado.

Hoy, con la misma firmeza, tengo que censurar las posteriores actitudes del profesor Neira, convertido en una estrella mediática de excesiva soberbia, demasiadas sombras y muy escasas luces.

Lo es por el reciente incidente en que, triplicando las tasas de alcohol toleradas, hacía zigzag en su vehículo por la madrileña M-40, poniendo en peligro su vida y la de los demás, porque su borrachera –de no mediar la retención por la guardia civil- pudo terminar en un accidente de consecuencias mortales.

Grave actitud, en cualquier ciudadano, la de conjugar exceso de copas (o mezcla de medicamentos y copas, como arguye en su defensa) y conducción, mucho más en un personaje público de su relevancia. Peor aún cuando trata de encubrirlo y justificarlo de forma muy poco creíble.

Era mucho mejor reconocer el error, pedir públicas disculpas y comprometerse a no volver a repetirlo. Pero eso, viendo como se comporta habitualmente el personaje, es un imposible metafísico. Incluso tras la sentencia (suave para lo que pudo haber causado con su alocada conducción) no ha habido nada de arrepentimiento por su parte y sí nuevas dosis de altanería y chulería. Pareciera que todos los demás tuviéramos que pedirle perdón a quien se califica como una persona de “ética intachable”. Menos lobos, caperucita.

No es, desgraciadamente, su único disparate en el último período, desde que saltara a la fama y ésta, al parecer, se le subiera a la cabeza sin que supiera administrarla adecuadamente. En el camino quedan sus duras declaraciones contra la Justicia en el caso de su agresión, que chocaron frontalmente con las de su abogado, que reconocía que se trataba de decisiones absolutamente correctas y ajustadas a derecho.

También su anuncio de que quería conseguir una licencia de armas, tras ser puesto en libertad su agresor; de seguir su ejemplo, volveríamos al antiguo oeste: todos con pistola y que gane el más rápido.

Pero peores, mucho peores, son sus incursiones en los medios de comunicación de la derecha más cavernícola, donde el profesor universitario ha cambiado su prosa académica por la proliferación de los más variados insultos a quienes se sitúan lejos de sus posiciones políticas. Demostrando, eso sí, ser un verdadero catedrático en esos menesteres.

Lejos de esforzarse en la crítica reflexiva y argumentada, Neira ha tomado el peligroso atajo del tertuliano barriobajero, faltón y malhablado. Descalificando continuamente y, al tiempo, descalificándose a sí mismo, al quedar reducido a un papel de simple mamporrero.

Su posicionamiento en torno a la democracia es aún más peligroso. El profesor, que se ha convertido en un auténtico ídolo de barro, ha mostrado su absoluto rechazo al sistema democrático y se ha colocado en las tesis de la extrema derecha más furibunda. Tal vez por eso su artículos son publicados, entusiastamente sin duda, por la revista de la Hermandad del Valle de los Caídos. ‘Neiradas’, sin duda.


Enrique Bethencourt

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miércoles, 18 de agosto de 2010

Defraudando, que es gerundio

Incluso en este tórrido verano hay informaciones que no pueden pasar, en absoluto, desapercibidas. Entre ellas quiero destacar una referida a cómo perciben las ciudadanas y ciudadanos españoles los engaños a la Hacienda pública.

Me hubiese gustado ver los datos segregados por comunidades autónomas, para ver si se produce algún tipo de especificidad territorial sobre el asunto, pero tras margullar en el extenso informe, este no se mete en semejantes vericuetos identitarios. O por posicionamientos ideológico-políticos de los entrevistados, que también ofrece miga.

Los datos, aportados por el estudio Opiniones y actitudes fiscales de los españoles en 2009 del Instituto de Estudios Fiscales, son preocupantes: aunque la mayoría, un 57%, considera que el fraude fiscal no se puede justificar en ningún caso, existe un nada desdeñable 43% que justifica las trampas para tratar de no pagar los impuestos.

Las justificaciones de los anónimos simpatizantes del fraude son de los más variadas. Un tercio de ellos lo harían (o hacen, vaya usted a saber) obligados por las circunstancias económicas, para poder salir adelante; pero un 9%, sin el menor de los disimulos, considera que la evasión de impuestos es el comportamiento “normal”.

En la otra orilla, la de los ciudadanos y ciudadanas que defienden (defendemos) el rigor en temas fiscales, se rechaza cualquier justificación a los chanchullos en tan sensible materia y se argumentan razones de solidaridad y principios éticos.

Con relación a la actividad de los entrevistados, son los empresarios y los profesionales quienes se muestran más proclives a justificar el fraude (el 50% y el 48%, respectivamente), frente a los asalariados y los agricultores que lo justifican en proporción mucho menor.

Y en cuanto a la edad, el estudio señala que “la tolerancia hacia la conducta defraudadora aumenta conforme aumenta la edad productiva de los ciudadanos, para empezar a descender conforme éstos se acercan a la edad legal de jubilación, donde se observa la proporción mayor de intolerancia hacia el fraude fiscal”. Lo que parece mostrar un posicionamiento en función de personales intereses.

Siempre se suele apuntar en medio de este debate a la mayor o menor satisfacción ciudadana con lo que percibe del Estado, es decir, con el uso que se le da a sus impuestos a través de los distintos servicios públicos. En este sentido, sorprende el alto grado de satisfacción ciudadana que muestra el estudio.

En efecto, se observan índices de satisfacción alto tanto respecto a los servicios educativos como a los sanitarios, las infraestructuras y el transporte; mientras que se produce un más elevado nivel de quejas entre los perceptores de pensiones de jubilación, así como de enfermedad e invalidez.

Sería deseable que estudios posteriores del Instituto de Estudios Fiscales mostraran un mayor compromiso de los ciudadanos y ciudadanas con sus responsabilidades con Hacienda, que es una buena manera de apreciar el auténtico patriotismo, el de verdad no el de boquilla.

Aunque creo que es una ardua tarea mientras una gran parte de la ciudadanía siga aplaudiendo, como he podido comprobar en la calle y en numerosos foros, el comportamiento de deportistas y artistas (desde Moyá a Fernando Alonso, pasando por Pedrosa, Carlos Sainz o Alejandro Sanz) que con una mano agitan al aire de manera entusiasta la bandera española y con la otra ponen sus perras a buen recaudo en otros países.


Enrique Bethencourt

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martes, 3 de agosto de 2010

Tauromaquia, ¿tradición o barbarie?

A propósito de la reciente aprobación por el Parlamento de Cataluña de la prohibición de las corridas de toros, decisión que aplaudo fervientemente como millones de personas de distintos credos de este país, quisiera hacer algunas puntualizaciones al debate que se ha originado y que el PP y su infantería mediática, como viene siendo habitual, ha tratado de politizar al máximo.

La primera, que la decisión catalana nace de una iniciativa legislativa popular (ILP), de ciudadanos y ciudadanas contrarios al maltrato a los animales, que los hay, por cierto, de derechas e izquierda, nacionalistas y estatalistas, monárquicos y republicanos, religiosos y ateos, delgados y llenitos, altos y bajos; la segunda es que ha sido ratificada democráticamente por el voto mayoritario de los legítimos representantes de la soberanía popular en esa comunidad.

Y la tercera, que no vale agarrarse a la pervivencia de arraigadas tradiciones para justificar la continuidad de este obsceno espectáculo, asimismo lo son, en otras culturas, la ablación del clítoris, el matrimonio con adultos de niñas a partir de 9 años o la lapidación de adulteras. Y también en ellas sus defensores aluden a las tradiciones para defender situaciones aberrantes contra los seres humanos y, especialmente, contra las mujeres.

En muchos casos, detrás de esas tradiciones ancestrales se encuentran profundas esencias religiosas que en el que nos ocupa, la tauromaquia, parecen haberse transformado en no menos peligrosas esencias patriotas o, simplemente, patrioteras. Las mismas que los conservadores españoles tratan de utilizar como rédito electoral, como si los que rechazamos esta mal denominada fiesta nacional mereciéramos ser expulsados y considerados peligrosos apátridas.

Causar daño por divertimento a un animal, someterlo al mayor estrés, destrozarlo internamente con los puyazos y clavarle banderillas, torturarle, en fin, hasta la muerte, puede resultarle a algunos un enorme referente cultural; a otros, simplemente nos parece una muestra de una descomunal barbarie y falta de la más mínima sensibilidad hacia el dolor ajeno, en este caso animal. Y las denunciamos, al igual que hacemos con las matanzas de focas, las peleas de perros o las riñas de gallos, que también cuentan con muchos seguidores.

Argumentar, desde un presunto liberalismo, que por principio no se debe prohibir, nos podría llevar consecuentemente, a tolerar la posesión de armas, el cultivo y distribución de ‘coca’, la esclavitud, la práctica de la poligamia o, por qué no, circular en dirección contraria; o a que los niños se vayan de casa a la edad que les plazca o opten por ir o no al colegio. Y, por supuesto, permitir que, en función de los gustos y de la supuesta libertad de cada cual, torturemos a perros, gatos, ovejas o cabras, tirándolas de un campanario como en algunas fiestas también pretendidamente muy hispanas.

Como bien señala el filósofo Jesús Mosterín, “ningún liberal ha defendido un presunto derecho a maltratar y torturar a criaturas indefensas… Los padres del liberalismo tomaron partido inequívoco contra la crueldad. Ya entonces, frente al burdo sofisma de que, puesto que los caballos o los toros no hablan ni piensan en términos abstractos se los puede torturar impunemente, el gran jurista y filósofo liberal Jeremy Bentham señalaba que la pregunta éticamente relevante no es si pueden hablar o pensar, sino si pueden sufrir”.

Por cierto, se ha polemizado sobre el alcance de la Ley canaria de protección de los animales, aprobada por nuestro Parlamento en 1991, asegurando que sólo afecta a los animales domésticos. Considero que el texto de la ley canaria elimina de esta tierra a la tauromaquia. En primer lugar, porque aclara que “se entiende por animales domésticos, a los efectos de esta Ley, aquellos que dependen de la mano del hombre para su subsistencia”.

En segundo lugar, porque una atenta lectura de la misma deja claro que las corridas de toros se encuentran proscritas en nuestra comunidad, casi veinte años antes que en Cataluña. En efecto, en el artículo 5.1 de dicha ley se dice que “se prohíbe la utilización de animales en peleas, fiestas, espectáculos y otras actividades que conlleven maltrato, crueldad o sufrimiento”, lo que, sin nombrarlas específicamente, deja a las corridas fuera de la legalidad en las Islas, aunque algún jeta pro taurino dirá que el bicho no sufre e, incluso, que se divierte mientras lo vejan y martirizan.

Sin embargo, esa prohibición de actividades con maltrato hacia los animales, no afecta, en la legislación isleña, a las riñas de gallos. En un posterior artículo (5.2) se salva a éstas, señalando que “podrán realizarse las peleas de gallos en aquellas localidades en que tradicionalmente se hayan venido celebrando, siempre que cumplan con los requisitos que reglamentariamente se establezcan”, entre ellos que no pueden ser espectadores los menores de 16 años; e impidiéndose el apoyo público a las mismas (las corridas de toros reciben casi 600 millones de euros anuales en subvenciones en España). Se las salva de la prohibición pese a que en el preámbulo se las considera “tradiciones cruentas e impropias de una sociedad moderna y evolucionada”.

En definitiva, no puedo compartir que el maltrato animal pueda justificarse en tradiciones ni reminiscencias culturales. Puestos a reivindicar la cultura, prefiero a Mozart, Beethoven, Brueghel el Viejo, Leonardo Da Vinci, Mercedes Sosa, José Antonio Ramos, Los Beatles, Alfredo Kraus, Cervantes, Frida Kahlo, Cortázar o Gabo, antes que la desigual batalla de un desorientado animal que no tiene la menor intención de enfrentarse contra unos seres humanos armados y dispuestos a hacerle el mayor daño posible con el menor riesgo.

Por último, si, como hacen algo más que insinuar los protaurinos, el listón para ser ciudadano español se encuentra en el mayor o menor apego a esta bárbara fiesta, a esta ritual salvajada sangrienta impropia del siglo XXI, mucho me temo que la población de este Estado se va a ver considerablemente diezmada.



Enrique Bethencourt

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miércoles, 21 de julio de 2010

Pancho Guerra

Soy un poco despistado, aunque creo que en general bastante responsable. Por eso, no es muy normal, y por suerte nada frecuente, lo que me sucedió poco tiempo después de terminar en la Universidad de La Laguna la carrera que nunca ejercí, Filosofía y Ciencias de la Educación, a mediados de los años ochenta.

Fui en aquella jornada de noviembre del 86 responsable directo y único de un incidente doméstico, afortunadamente menor, sin desgracias personales y, eso sí, con algunas pérdidas materiales.

Me encontraba en casa de mis padres, quienes dejaron a mi cargo la vigilancia de la comida, creo recordar que un potaje de lentejas, uno de mis platos favoritos. Mientras se guisaban las lentejas, seguro que procedentes de Lanzarote, me puse a leer un libro que me embebió completamente.

La capacidad del autor para captar la idiosincrasia del isleño, su humor, su acercamiento a una ciudad y una isla que en pocas décadas habían experimentado una profunda transformación, su respeto a canarismos todavía presentes en nuestra habitual forma de expresarnos y otros ya perdidos para siempre…

Todos esos factores conjugados con mi alejamiento de la cocina y mi escaso olfato dieron al traste con el potaje, que pereció casi carbonizado, con el consiguiente disgusto personal y familiar, superado con la comprensión y amabilidad de mis padres. Nos vimos obligados a improvisar, sobre la marcha, otro almuerzo alternativo.

El libro en cuyas páginas margullaba ajeno al mundanal ruido era ‘Los cuentos famosos de Pepe Monagas’, en edición de la Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas (1976), con dibujos de Felo Monzón, Eduardo Creagh y Eduardo Millares Sall (Cho-Juaá), caricaturista y fino humorista gráfico este último, aunque nuestra consejera de Turismo lo confundiría, sin duda, con un fabricante de cloruro sódico.

Los arranques de Monagas en las situaciones más dispares y comprometidas me hicieron disfrutar entonces y lo hacen hoy cuando releo alguno de los cuentos escritos por el prematuramente fallecido Francisco Guerra Navarro (1909-1961), autor también de una de las canciones canarias más populares y más cantadas, ‘Somos Costeros’.

Ahora, treinta años después de aquel suceso, el Cabildo Insular de Gran Canaria, con el impulso de la Fundación Pancho Guerra -que preside Miguel Guerra, cuyo entusiasmo y perseverancia tienen mucho que ver con el rescate de la obra de su tío- acaba de editar ‘Las memorias de Pepe Monagas’; a las que seguirá su ‘Léxico canario’ y la recuperación de otra parte significativa del trabajo del escritor nacido en Tunte, entre otros artículos periodísticos –sus crónicas de tribunales, firmadas con el seudónimo Doramas en el periódico madrileño ‘Informaciones’, seguro que de una gran frescura y originalidad- y guiones cinematográficos y radiofónicos.

Aplaudo de forma apasionada esta iniciativa editorial que nos permitirá conocer más a Pancho Guerra y a la sociedad canaria de su tiempo, lo que también contribuye a interpretar los cambios producidos y a entender mejor cómo somos hoy, en estos comienzos de siglo y milenio.

Considero de justicia –como ya han reclamado distintas personalidades e instituciones- que, aprovechando el cincuentenario de su muerte, el Día de las Letras Canarias del año 2011 sea dedicado a un autor esencial para entender Canarias y su gente, y que hasta ahora no ha contado con el reconocimiento que merece.

Y, sobre todo, invito a la lectura de una obra de gran calidad literaria.

Eso sí, para evitar males mayores, por favor, no lo hagan mientras cocinan.


Enrique Bethencourt

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viernes, 2 de julio de 2010

Días de fútbol

El fútbol arrasa por completo estos días en las audiencias televisivas y ocupa buena parte de los periódicos y de los programas radiofónicos, así como de los espacios en la red. El Mundial de Sudáfrica se impone mediáticamente, pese a que las muestras de buen juego hayan surgido más bien a cuentagotas: algo de una sorprendente Alemania mestiza para disgusto de los que defienden la raza aria, algunos minutos de España que continúa teniendo a los jugadores que mejor tocan el balón…

Todo ello en medio de unas superiores dosis de mediocridad y planteamientos rácanos, los de los que hacen todos los esfuerzos para no perder y consideran que la estética forma parte de los pecados capitales.

El fútbol, el Mundial, es el tema de comentario en tertulias y bares, como si por unas jornadas quisiéramos escaparnos de la crisis y sus dolorosas consecuencias para nuestras vidas. Circunstancias, como el galopante paro y la creciente pobreza, que no solventarán los pases de Xavi, la habilidad de Iniesta ni los goles de Villa, pero menos da una piedra. No pienso arrepentirme ni flagelarme por disfrutar de este deporte y su belleza.

Escuchando con atención las retransmisiones por los más diversos canales podemos observar la gran cantidad de entrenadores potenciales que se encuentran tras cada micrófono, expertos en tácticas y estrategias variopintas. Todos llevamos un entrenador dentro.

Y, también, las mismas desnudan el comportamiento forofo de buena parte de los periodistas, que pasaron por alto el posible fuera de juego en el gol de Villa ante Portugal (la acción no mereció si quiera ser repetida adecuadamente) o la injusta expulsión del jugador chileno en la jugada del segundo gol de España al país andino. Si llega a ser al revés son capaces de pedir la ruptura de relaciones diplomáticas con el país del que procede el árbitro responsable del desaguisado.

En el partido contra las huestes del desaparecido Cristiano Ronaldo (el escupitajo al cámara es lo que pasará a la historia de su miserable actuación, que confirma su egocentrismo, inmadurez profunda e incapacidad para ser parte de un colectivo) aluciné con los presentadores de Telecinco, empeñados en exigir la presencia en el terreno de juego de un Jesús Navas que lo hizo rematadamente mal en el encuentro contra Honduras. Y a quien una parte de la prensa española ensalzó injustamente: no dio un buen centro en todo el partido.

La selección que nos enamoró hace dos años sólo ha aparecido en contados momentos. Y algunos prefieren predicar el regreso a la épica y dejar el buen juego para otras ocasiones, como si fuera incompatible jugar bien y ganar. Más bien sucede lo contrario, como han demostrado el Brasil de Pelé o el Barcelona dirigido por Guardiola.

Si la apuesta es por la furia, por la raza, qué horror, me borro del mapa y me dedicaré a animar a alguna selección que apueste por el buen fútbol y nos haga disfrutar.

Debe ser un problema de escaso patriotismo.


Enrique Bethencourt

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jueves, 17 de junio de 2010

Abre tus ojos

He tenido estos días la oportunidad de participar en una interesante experiencia educativa, ‘Abre tus ojos’, dirigida a la sensibilización de estudiantes de Secundaria en torno al fenómeno del acoso escolar, la violencia entre iguales o, más internacionalmente, el ‘bullyng’, iniciativa patrocinada por la Concejalía de Educación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.

Mediante una obra de teatro, interpretada a gran altura, se nos transmite emocionalmente la situación de una madre que trata de analizar las razones que le impidieron ver el drama por el que atravesaba su hijo en la escuela, el insufrible calvario cotidiano que le llevó a la muerte.

Cierto es que se trata de un caso extremo, afortunadamente minoritario, pero su crudeza y, sobre todo, los interrogantes maternos sobre la dificultad para darse cuenta sobre la gravedad de lo que estaba sucediendo, la impermeabilidad del muro que en muchas ocasiones desarrollan los adolescente, constituyen un instrumento muy interesante para abrir el debate.

Un debate posterior a la representación teatral, en el que, muy acertadamente, se cuenta con la participación de expertos de diversos ámbitos (psicología, trabajo social, judicial o policial) y en el que el alumnado puede expresar abiertamente sus dudas, preocupaciones y temores.

Cuando hablamos de acoso escolar hay que señalar, en primer lugar, que en modo alguno se trata de un fenómeno nuevo. Las confederaciones de APAs, profundas conocedoras de la realidad de los colegios e institutos, destacan que hoy existe “una mayor sensibilidad social hacia todas las formas de violencia, lo cual es un signo de madurez de nuestra sociedad. No hay más casos de violencia escolar que hace una década, a pesar de que quizá se hayan podido incrementar los episodios de indisciplina y falta de respeto”.

Siempre ha existido, aunque hoy puede incluir nuevas modalidades como el ciberacoso o la grabación en móviles de los hechos. Además, suele afectar a un porcentaje muy reducido de la población escolar en nuestros centros educativos. Pero no por ello deja de ser importante, por el sufrimiento que causa y por hacerlo justo en la etapa en que se están conformando las personalidades de los menores.

Las formas del mismo van desde el hostigamiento a la exclusión social, pasando por la coacción, la intimidación o las amenazas a la integridad. Se apunta en numerosos estudios que hay un 5% de potenciales acosadores y un 15% de potenciales víctimas. Los expertos destacan que determinadas circunstancias pueden modificar esos porcentajes al alza. Por ejemplo, el incremento de población escolar extranjera puede hacer que una parte se convierta en objetivo de los acosados (y que algunos se incorporen al grupo de los acosadores).

Indican, igualmente, que en los acosadores podemos apreciar una actitud dominante y una falta de empatía con los otros. Influyen en ello muchos factores, desde una educación sin valores democráticos, autoridad ni límites, hasta el hecho de ser víctimas de malos tratos en el ámbito familiar. En las víctimas se pueden dar muchos condicionantes, por ejemplo los signos físicos diferenciados extremos: muy gordo, muy bajito; la presencia de una discapacidad o, como pudimos observar en las sesiones desarrolladas estas semanas, la pervivencia de actitudes homófobas entre los escolares.

Es interesante constatar la relación existente entre acoso y género. En un estudio desarrollado por la Universidad de Castilla La Mancha se concluye que “también se ha demostrado que existen diferencias en puntuaciones de masculinidad y feminidad entre víctimas y agresores, con un predominio del rol masculino entre los agresores, independientemente del sexo biológico de estos, confirmándose la relación entre masculinidad y comportamiento agresivo entre estudiantes de Primaria”.

Ante la detección de una situación de acoso escolar hay que intervenir en varias direcciones. No sólo sobre víctimas y acosadores, sino también y de manera muy relevante con los neutrales (los espectadores), generando un espacio de reacción, de rechazo ante este tipo de actitudes; si la masa neutral se moviliza ocurren cosas; y si jalea o mira para otro lado, también. De muy distinto signo en uno y otro caso.

Es imprescindible, sin duda, una actitud combativa frente a la minimización del acoso, sin caer, por supuesto, en discursos alarmistas. No hay que olvidar que una parte de los chicos y chicas que sufren acoso pueden terminar con secuelas serias que pueden arrastrar en su vida adulta. Y que algunos de los acosadores pueden terminar extendiendo su negativo papel a otros contextos, como las relaciones de pareja.

Aunque lo esencial es, en cualquier caso, la prevención, la educación en valores, el rechazo a la violencia, el aprendizaje en torno a la resolución pacífica de los conflictos. Por eso, la relevancia de iniciativas como la que representa ‘Abre tus ojos’.


Enrique Bethencourt

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jueves, 3 de junio de 2010

Nardy y los 685 b(l)ancos

“Nardy Barrios ha instalado 685 bancos por toda la ciudad”. No me lo invento. 685 bancos son; ni uno menos ni uno más, como en la vieja canción de Carlos Puebla. Este curioso titular podemos encontrarlo en la página web de Compromiso y en otros digitales. Cabe preguntarse si los instaló ella personalmente, uno a uno, sin la menor colaboración o si, por el contrario, contó con algún operario municipal.

Así como dónde los adquirió, cómo abonó la correspondiente factura, en qué vehículo efectuó el traslado de los mismos desde el almacén a sus definitivas ubicaciones urbanas y qué herramientas utilizó para semejante y muy ardua tarea.

Pero, sobre todo, corresponde interrogarse si los susodichos bancos (para sentarse, no nuevas sucursales de los principales responsables de la actual crisis económica mundial) son del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y, por tanto, pagados por los impuestos de todos los ciudadanos y ciudadanas del municipio. O bien, vaya usted a saber, son particular propiedad de una persona y un concreto partido, que ni siquiera se molesta en compartir su ‘montaje’ con sus socios socialistas de gobierno, a los que prefiere, cosas de la vida, dar leña sin tino en Facebook por -eso dice, como si no jugara en el mismo municipal equipo- su mala gestión.

Los mismos bancos, por cierto, de los que ha pedido la fulminante expulsión de un ciudadano de “raza negra”, según asegura en carta remitida al concejal de Seguridad del ayuntamiento capitalino, dada a conocer por Canarias7, y en la que demuestra sus escasos o nulos conocimientos antropológicos. Como bien afirma José Marín González, doctor en Antropología de la Universidad de La Sorbona, “las razas no existen, ni biológicamente ni científicamente”. Para este científico, los seres humanos “pertenecen al mismo repertorio genético. Las variaciones que podemos constatar no son el resultado de genes diferentes. Si de 'razas' se tratara, hay una sola 'raza': 'la humana'. Además, su petición, en la referida y lamentable misiva, de que el indigente “desaparezca del entorno” nos retrotrae al más radical José Manuel Soria y sus traslados de inmigrantes.

Pero volvamos a los 685 bancos (¿o blancos?) instalados por la concejala. Imagínense, por un momento, que cundiera el ejemplo de ese egocentrismo populista extremo, esa personalización cuasi patológica de la acción política. Nos llevaría a titulares periodísticos como “Milagros Luis Brito da clases de Matemáticas a 50.000 alumnos”, “Juan Ramón Hernández asfalta treinta kilómetros de carreteras”, “Román Rodríguez conduce quinientas guaguas”, “Alfredo Pérez Rubalcaba detiene a punta de pistola a doscientos peligrosos delincuentes”, “Mercedes Roldós pone el termómetro a cien mil enfermos” o, en fin, “Demetrio Suárez recoge en un día 135.000 kilos de papas”. Aunque, hay que reconocerlo, con Demetrio todo es posible.

Contrasta esa manera compulsiva de instalar bancos por doquier, a diestro y a siniestro, con el paralelo escaqueo en la asunción de responsabilidades cuando las cosas pintan feas. Un ejemplo reciente lo tenemos en como se borró del mapa cuando se produjo un boquete en la calle Tomás Miller, cerquita de la playa de Las Canteras.

A la muy mediática concejala, en los días en que la calle estuvo cerrada ocasionando numerosas molestias a la ciudadanía, no se le ocurrió ir por la referida vía a colocar una macetita, de esas que tanto le gustaba ubicar en los baches que atribuía a otras instituciones.

Eso sucedía, su hiperactividad vegetal-ornamental, en la misma época en que se produjo un agujero en la calle Cirilo Moreno, a pocos metros del histórico bar Rex, en el que cabía no sólo una plantita, sino hasta la propia Nardy abrazada a una ‘phoenix canariensis’. Lo solucionó, es un decir, colocando unas vallas alrededor del enorme ‘gua’ y dejando la calle completamente intransitable más de diez días; y con el riesgo añadido de que cualquer niño se alongara más de lo razonable ante semejante orificio. Y sin fotogénica maceta, of course.

Otro tanto ocurre con los colegios públicos, cuyas infraestructuras dependen de su departamento. El Mesa y López, por ejemplo, clama por la situación de un muro que puede ser peligroso para la integridad física de la comunidad educativa del centro; y obtiene como respuesta que no se va a hacer nada para realizar el desmonte que solicitan y evitar que las piedras causen un día una desgracia irreparable.

Sin embargo, y paradójicamente, la concejala dispone de tiempo y medios para tapar un pozo en una finca privada de Telde, fuera de su jurisdicción y sin que nadie se lo haya solicitado; dilapidando dinero de la ciudad en otro municipio, cosa tan cierta como insólita. Visto lo visto, a los del CEIP Mesa y López se les podría ocurrir trasladar su colegio a Telde, Arucas, Valleseco o Ingenio; o, como alternativa menos compleja, abrir un pozo en el patio del centro, a ver si hay más suerte y la edil les hace caso.

En fin, la líder de Compromiso hasta tiene singulares ocurrencias como negarle a los vecinos y vecinas del norte de la isla su derecho a ser trasladados en guagua al hospital Negrín y al campus universitario, asunto en el que el alcalde Saavedra tuvo que intervenir aportando la sensatez que, una vez más, le faltó a la concejala. Aunque, todo hay que decirlo, poca lucidez tuvo Saavedra cuando, innecesariamente, la integró en su grupo de gobierno y le ha permitido jugar, al mismo tiempo, a ser poco leal oposición.

Y, eso sí, no se les ocurra dirigirse al departamento municipal de Fomento de Las Palmas de Gran Canaria, al menos telefónicamente, que se pueden llevar una chiripitifláutica sorpresa. Lo comprobé estupefacto hace unas semanas, en torno a las dos de la tarde, cuando tratamos de comunicar un problema que afectaba a mi calle y nos respondió una señora: “Compromiso, buenas tardes”. ¿Cruce de líneas o cruce de cables? ¿Cuestión de banco o de diván?

Mi gozo en un pozo.


Enrique Bethencourt

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miércoles, 19 de mayo de 2010

Las cabras se comen los brotes verdes

Estoy dispuesto a reconocer que las zapateriles medidas contra la crisis han llegado con retraso de chuchango; y con una salsa mucho menos sabrosa de la que suele acompañarlos en nuestros platos en bochinches y restaurantes.

Porque de haber congelado los sueldos públicos, incluidos por supuesto los de los políticos, en los Presupuestos Generales del Estado de 2009 (cuentas públicas en que, sorpresiva e irresponsablemente, los subió más de un 3%) y en 2010 (esta vez con un incremento más suave, un 0,3%), tal vez se hubiese evitado la actual rebaja del 5%, que encabrona mucho más al personal, que maldice al presidente y amenaza con no votar a los suyos hasta que la UD o el Tete ganen la ‘Champion league’.

Y, como no, a destacar que el muy despistado presidente, cometió el gazapo de olvidar en su comparecencia en el Congreso de los Diputados el anuncio de algunas medidas dirigidas a la banca o a las grandes fortunas. Por pequeñas e insignificantes que fueran. Sólo por un efecto psicológico sobre la ciudadanía, moralizante si lo prefieren; y para no romper tan bruscamente su imagen socialdemócrata, sus resistencias a los cantos de sirena empresarial sobre las bondades del despido libre, su empeño en no contribuir al retroceso del Estado del Bienestar.

Coincido, también, en que Zapatero, por actuar a última hora como un galgo, probablemente cediendo a presiones externas, realizó un mal cálculo al congelar buena parte de las pensiones (quedaron fuera las mínimas y las contributivas), con modestos efectos económicos para las arcas del Estado y, sin embargo, con la penosa impresión de que se ceba con un sector vulnerable que las pasa canutas para recorrer dignamente los últimos años de sus vidas.

Me preocupa, asimismo, la reducción de las inversiones públicas en más de 6.000 millones de euros y que esta y otras medidas (o su ausencia, caso de las revisiones de impuestos) pinten un panorama en que las cabras se van a comer los escasos brotes verdes, una situación en la que va a ser casi imposible generar nuevos puestos de trabajo, prolongando en el tiempo la salida de este largo y oscuro túnel.

Todo eso y más. Ahora bien, a lo que no estoy dispuesto es al repetido discurso de muchos analistas, algunos pertenecientes al ‘mester de progresía’, que insisten en que las medidas de Zapatero machacan a los sectores “más débiles de la sociedad”.

Porque, aunque busquen el aplauso fácil de sus lectores u oyentes, los funcionarios no lo son. Sin que eso suponga desmerecer su tarea, esencial en una sociedad desarrollada y clave para nuestra calidad de vida, porque a menudo se olvida que no son sólo oficinistas, sino también médicos, maestros, bomberos o policías. Pero están lejos, bastante lejos, de ser el eslabón más endeble de la cadena.

Porque los sectores más débiles, a enorme distancia, son los cuatro millones y medio de parados de España, 300.000 en Canarias (el 28% de su población activa), y de manera especial los que han perdido o están próximos a perder las prestaciones por desempleo. Con el añadido de que una buena parte de ellos nunca volverá a encontrar empleo. E incluso, ampliando la horquilla, las decenas de miles de trabajadores privados que viven día a día al filo de la navaja y que no tienen la menor garantía sobre la continuidad de sus empresas y de sus empleos; y que en muchos casos han visto reducidos sus sueldos en más de veinte puntos.

Unos sectores tan débiles, tan insignificantes, tan desamparados, tan invisibles, tan nada, que no han merecido un homenaje en un ‘manifestódromo’ ni la convocatoria de una huelga general.


Enrique Bethencourt

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miércoles, 5 de mayo de 2010

El Día y Pinochet

Antes, mucho antes, de que don José Rodríguez fuera inoculado por el mutante virus del soberanismo, El Día era un periódico mejor o peor hecho, con un mantenido liderazgo en Tenerife, y reconocible por sus primeras páginas dominicales ocupadas por un extenso y, casi siempre, flamígero editorial. Su línea era más bien conservadora, se diría que hasta más estatalista que autonomista.

Eso sí, aderezada con los continuos ataques a (Gran) Canaria por parte del singular editor, un auténtico pirómano del pleito insular que a punto estuvo de ser reconocido con el premio Canarias de Comunicación, a solicitud unánime de CC, PSOE y PP en el Cabildo de Tenerife, en un pleno del pasado mandato que pasará a la historia por la actitud irresponsable y cobarde de los consejeros de la corporación insular.

Su relación con el ATI profundo ha tenido etapas de evidente tensión, como las que suelen producirse en el seno de cualquier núcleo familiar, máxime cuando por medio se encuentran no sólo los amores y desamores. Pero desde ese partido nunca se cuestiona públicamente a don José por más que este trata de dinamitar la unidad del Archipiélago y considere a los canariones “la vergüenza de Canarias”, sin que el presidente de nuestra Comunidad ni su partido reaccionen ante este insulto dirigido a 850.000 canarios y canarias.

Y no solo ellos, como se vio en el programa El Envite al que asistieron los alcaldes de Las Palmas de Gran Canaria, Jerónimo Saavedra, y Santa Cruz de Tenerife, Miguel Zerolo, a los que tuve que llamar la atención por sus comentarios quitando trascendencia a la actitud de El Día, dejándolo en un mero asunto de ejercicio de la libertad de expresión. Las amenazas, insultos y comentarios sexistas y xenófobos son otra cosa. Como el reiterado empeño de pasar por la guillotina al diputado Santiago Pérez.

El no va más de las primeras páginas de El Día, merecedor de algún reconocimiento internacional, lo alcanzó cuando Augusto Pinochet convocó, en el año 1988, un plebiscito sobre su continuidad al frente de los destinos de Chile. Todos los periódicos del mundo recogieron a toda plana la derrota del dictador en el referéndum. Todos, menos uno, El Día, que dio por ganador al general asesino y corrupto. Nunca entendí ese dislate, ese gazapo elevado al cubo.

Nunca, hasta la lectura hace unos años de un editorial del periódico en el que junto a los habituales improperios a quienes difieren de su línea programática, realizaba una crítica del uso de Canarias por el Estado como lugar de exilio para represaliados políticos.

En ese contexto, hacía una referencia a militares golpistas en los previos del golpe de estado del 36 y la posterior guerra civil, donde los adjetivaba de forma bien curiosa: militares inquietos: “No hace tanto tiempo que el Gobierno nacional recluyó al General Franco y a otros inquietos militares en Canarias”, dice el intrépido editorialista.

No voy a entrar si en consonancia con su reciente canarismo debió llamarlos ‘desinquietos’. Pero sí en la cancaburrada de suavizar hasta el extremo el tratamiento a los que posteriormente, con Franco a la cabeza, atentarían contra el orden constitucional y causarían un baño de sangre en España. No sé si a los asesinos en serie, a los violadores, a los terroristas o a los pederastas, con similar nivel de eufemismo, los llamaría individuos fogosos, personas apasionadas, gente vehemente o, en fin, seres efusivos.

Siempre, claro, que no sean canariones. >

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jueves, 15 de abril de 2010

58.000 energéticos euros

Distintos medios de comunicación del Archipiélago se han ocupado y preocupado estos últimos días ante el anuncio de la contratación por la Dirección General de Energía del Gobierno de Canarias de una encuesta, encargada a la progubernamental Perfiles, empresa demométrica de cabecera de Paulino Rivero, y encaminada, eso aseguran, “a indagar las actitudes, percepciones y valoraciones que suscitan entre los hogares de Gran Canaria y Tenerife las distintas fuentes de energía".

De energías sucias, procedentes de combustibles fósiles, porque el peso de las renovables en Canarias no pasa del 4,5%, constituyendo uno de los grandes ‘éxitos’ del actual Ejecutivo de CC y PP.

Lejos de pensar que se trata con toda probabilidad de un noble ejercicio del Ejecutivo para cambiar las tornas y profundizar en el uso de las energías sostenibles y frenar en seco al cambio climático, muchos sospechan que nos encontramos ante una pantalla en la que, con dinero público, nada más y nada menos que 58.000 euros, casi diez millones de las antiguas pesetas, se va a analizar la situación preelectoral y las posibilidades de CC en Gran Canaria y Tenerife.

Lo que constituye, por cierto, un doble derroche, porque dudo mucho que alguien pueda evitar su desaparición en Gran Canaria tras los comicios autonómicos y locales de mayo del próximo año. La genial idea de poner al consejero de paro galopante y energías contaminantes, Jorge Rodríguez, al frente de su lista para el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria es una muestra de los crecientes entusiasmos masoquistas de los coalicioneros de la isla redonda. No sólo están dispuestos a perder, sino que quieren hacerlo por goleada.

Ahora bien, dado que nos encontramos en época de profundos recortes presupuestarios y que el Gobierno canario se está viendo obligado a apretarse los cinturones (ya anuncian una bajada de 1.100 millones en los Presupuestos de 2011, fruto, entre otros factores, de su pésima negociación del nuevo modelo de financiación autonómica), estaremos de acuerdo en que se debería hacer algo para, al menos, intentar rebajar mínimamente el precio final de la encuestita de marras. Aunque sea disminuyendo el precio final en unos cientos de euros.

Movido por tan noble objetivo y temeroso de que esas perras, que son de todos los contribuyentes de las Islas, supongan una notable merma en jeringuillas o en tizas, en enfermeras o en profesores, que siempre terminan recortando de la Sanidad o de la Educación pública, les ofrezco a continuación de forma gratuita, y sin que sirva de precedente, el cuestionario a plantear a las personas que formen parten de la muestra de este estudio sociológico tan energético. De nada.

- ¿Se baña usted en la tina con frecuencia o prefiere la ducha?
- A la hora de darse una ducha, ¿lo hace usted con agua fría, tibia o caliente?
- ¿A qué temperatura?

Entre 25 y 30 grados
Entre 30 y 35
Entre 35 y 45
Más de 45

- ¿Dispone de aire acondicionado en su vivienda?
- En caso de respuesta afirmativa en la anterior pregunta, ¿estaría dispuesto a cambiar por el más ecológico y tradicional abanico?
- ¿Usa hojillas de afeitar o maquinilla eléctrica?
- ¿Dispone en su hogar de velas para afrontar los ceros eléctricos? ¿Y de tila para soportar los nervios y el cabreo consiguiente?
- ¿Pondría una placa solar en su azotea?
- ¿Y un molino eólico?
- ¿O prefiere ubicar un mástil con una enorme bandera de su ciudad o de su club de fútbol favorito?
- ¿A qué temperatura suele tomarse el vino?
- ¿Toca usted el timbre o golpea las puertas con los nudillos?
- ¿Usa manta eléctrica?
- ¿Sabe usted qué diferencia hay entre un enchufe eléctrico y un enchufe administrativo?
- ¿Qué combustible usa para los asaderos?
- ¿Cantó usted alguna vez aquella canción que dice “The answer, my friend, is blowin’ in the wind/The answer is blowin’ in the wind”?
- ¿Y ‘Me gusta la bandera’?
- ¿Prefiere los huevos pasados o tira más por los huevos duros o sancochados?
- Los coches oficiales, ¿deberían estar propulsados por caballos, burros o camellos?
- Y, por último, ¿cuál es su grado de calentura cuando escucha a Paulino o Soria decir que todo marcha bien en Canarias?



Enrique Bethencourt

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lunes, 5 de abril de 2010

Canarias y el niño polaco

Cuentan que cuando aún existía el bloque soviético, dirigentes del POUP, la organización de los comunistas polacos, explicaban en una escuela las maravillas del régimen, las que posibilitaban, eso decían, niños bien alimentados y mejor vestidos, que residían en estupendas viviendas aportadas por el Estado y asistían a maravillosos colegios.

Al final del discurso solicitaron a uno de los pequeños que contara que quería ser de mayor. “Niño polaco”, respondió, mostrando el abismo que existía entre las proclamas oficiales y la realidad. Algo similar sentí durante el desarrollo del denominado Debate sobre el Estado de la Nacionalidad Canaria: el panorama “alentador” dibujado por el presidente y por los grupos que le apoyan, CC y PP, contrasta vivamente en mi opinión con una realidad que es todo lo contrario, dura, desmoralizadora y, en muchos casos, dramática.

Lo es en el empleo, donde de marzo de 2009 a hoy hemos pasado de 200.000 a 255.000 (datos de los servicios de empleo) o 300.000 parados (según la Encuesta de Población Activa). Una organización tan poco sospechosa de antigubernamental, como la CEOE de Tenerife, vaticina en su último informe 320.000 desempleados a final de año.

Somos, además, líderes en pérdida de afiliados a la Seguridad Social, es decir, en destrucción neta de empleo; y en unidades familiares con todos sus miembros en situación de desempleo. Mientras el Gobierno nos sorprende, una semana sí y otra también, con medidas de escaso calado o, en algunos casos, plenamente fantasiosas, como las de generar 10.000 empleos con la subida del impuesto del tabaco rubio o los 80.000 nuevos puestos de trabajo antes de mayo de 2011 con el abono de los costes de la Seguridad Social a los empresarios. Lo cierto es que, como señalan numerosos expertos, corremos el riesgo de quedarnos con 150.000 parados permanentes.

Lo es en la financiación de nuestra Comunidad. En 2009 Rivero reclamaba la deuda histórica, cifrada en miles de millones de euros, y una suficiente y justa financiación para Canarias. Sin embargo, el Gobierno se envainó esa reclamación y votó a favor de una financiación autonómica que, según Soria y Rivero, nos coloca 500 millones de euros anuales por debajo de la media española.

Y, además, dio su bendición a un Plan Canarias que es una verdadera tomadura de pelo, un cúmulo de inconcreciones, promesas y vaguedades, que mezcla convenios en marcha, como el de carreteras, subvenciones sin cuantificar, créditos y la parte que a Canarias le corresponde de planes generales que se aplican en el conjunto del Estado. Como ha quedado demostrado en unos Presupuestos Generales del Estado en los que Canarias sale mal parada, mientras que salvan sus muebles las comunides autónomas en cuyos reformados estatutos se blindan las inversiones estatales.

Más sangrante y doloroso aún es el fracaso sin paliativos en la aplicación de la Ley de la Dependencia, como saben muy bien las personas y colectivos afectados. A la cola del Estado en dictámenes y en el porcentaje de los que están percibiendo la prestación, lo que provoca que más de 1.500 personas hayan muerto esperando.

La Plataforma de Personas con Movilidad Reducida ha llegado a hablar de que la actuación del Gobierno de Canarias con la Ley de la Dependencia “roza lo delictivo”. Y, además, CC y PP tratan de encubrir su fracaso con dos argumentos peregrinos: la saturación de peticiones o que nuestras especificidades nos hacen inevaluables por agentes externos.

Retrocedemos en sanidad y seguimos estancados en Educación, con elevados índices de fracaso y abandono escolar, que no se superan con las medidas de calidad implementadas por el Gobierno. Mientras no sea considerado una auténtica prioridad, presupuestaria y política, con atención a la diversidad y superación real de los actuales déficit, el sistema educativo continuará languideciendo.

En el campo energético hemos sufrido los ‘ceros eléctricos’ en Tenerife y el reciente apagón de buena parte de la isla de Lanzarote. Nos encontramos, además, a la cola del Estado en energías renovables. Pese a lo que se dijo por el presidente en el debate de 2009 no hay un nuevo megavatio instalado desde entonces.

En definitiva, Canarias se encuentra en estado crítico y este Gobierno no parece estar a la altura de las circunstancias. Estamos peor que en 2009 y hubiese sido mejor reconocer la gravedad de la situación y el fracaso de la mayoría de las políticas aplicadas contra la crisis. Pero se prefirió la vía de asegurar que Canarias presenta una “foto alentadora”, como dijo Rivero, visión que sólo es posible a base de mucho fotoshop y no menos propaganda.

A lo largo del debate, Paulino Rivero señaló los grandes cambios que se producirán en 2020, año en que seremos bilingues, tendremos un modelo económico sostenible –con un un turismo de calidad y un sólido tejido industrial, con un gran peso de los sectores tecnológicos-, configurando una Canarias más competitiva y productiva…

Y hasta respiraremos mejor gracias a que, por fin, contaremos con energía de producción eólica y fotovoltaica. Por eso, he optado por criogenizarme en vida y no despertarme hasta tan prometedora fecha. Aunque, claro está, corro el riesgo de que las cosas se compliquen y un nuevo ‘cero eléctrico’ me deje completamente descongelado antes de tiempo.


Enrique Bethencourt

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martes, 16 de marzo de 2010

Zapatas

Lamento profundamente la muerte de Orlando Zapata y no entro a valorar su calificación de disidente político o delincuente común, factor completamente secundario cuando se trata de una vida humana, que los estados están obligados a proteger, aunque algunos le den distinto valor al lamentable hecho según sus concretos intereses partidistas.

Willy Toledo erró gravemente en su comentario, pero no están en condiciones morales de acribillarlo los que claman contra esta muerte, por pura conveniencia política y no por razones humanitarias, mientras callan o suavizan sus críticas cuando se producen en otras naciones y circunstancias; por ejemplo, y sin ir más lejos, en la Guinea de Obiang, donde conviven la tortura, las detenciones arbitrarias y las muertes bajo custodia con una de las tasas de mortalidad infantil más altas del planeta, todo ello en un país con una producción de 200.000 barriles de petróleo al día.

Firme enamorado de la isla caribeña y de su gente, no puedo compartir las decisiones de un régimen político, sea del signo que sea, que impida el disenso e imposibilite la pluralidad política y la libertad de expresión de sus ciudadanos y ciudadanas, por mucho que Estados Unidos con su cerril posición, con su injusto bloqueo económico y su hostilidad permanente, haya contribuido mucho al enroque del Gobierno cubano estas cinco décadas de castrismo. Y al sufrimiento de su pueblo, por supuesto.

Me alegra sinceramente la reacción mundial ante el fatal desenlace de la huelga de hambre protagonizada por Orlando Zapata y la unánime defensa de los derechos humanos, tan pisoteados, ayer y hoy, en los más diversos lugares del planeta. Y me alegraría aún más si, a partir de ahora, se convirtiera en práctica generalizada, combatiendo activamente desde los estados y las organizaciones internacionales por la vida, la dignidad y la libertad de la gente al margen de intereses comerciales y políticos.

Lo digo porque los mismos que hoy se rasgan las vestiduras ante el gobierno de Raúl Castro, merecedor sin duda de numerosas críticas y rotundos reproches, miran para otro lado ante las iniquidades sufridas por zapatas de la más variada condición y lugar de nacimiento.

Porque, reconozcámoslo, en este mundo del siglo XXI hay zapatas y zapatas; zapatas de primera y de segunda división, zapatas más o menos reivindicables, merecedores de mayores o menores entusiastas apoyos, zapatas dignos o no de una movilización callejera, de un elaborado manifiesto o de una solemne resolución parlamentaria.

Hay, por ejemplo, zapatas en Colombia, campesinos pobres aniquilados por el demócrata ejército del muy demócrata Uribe, que cuenta con el apoyo de Estados Unidos. Más de mil hombres y mujeres, según organizaciones de derechos humanos, han sido literalmente cazados a tiros a consecuencia de las presiones a que son sometidos los militares colombianos para acabar con la guerrilla y, asimismo, porque se incentiva económicamente a los soldados por pieza humana eliminada, como bien denuncia el poco sospechoso The Washington Post. Todos esos zapatas colombianos juntos, al parecer escasamente mediáticos, no han merecido los titulares que el desafortunado Zapata cubano.

Pero también hay zapatas en Irak y en Afganistán, población civil, a veces zapatitos de pantalón corto y hasta de biberón y pañal, alcanzados por un ataque terrestre o volatilizados por un bombardeo aéreo de las fuerzas occidentales, considerados en cualquier caso efectos colaterales de la tarea pacificadora y redentora que, por cierto, está condenada al más absoluto de los fracasos.

Según datos oficiales de Naciones Unidas, 346 menores fallecieron en 2009 por la guerra que sufre Afganistán, de los que 131 fueron víctimas de los ataques aéreos y 22 por los asaltos nocturnos de las fuerzas extranjeras, mientras que otros 123 lo eran de otros elementos armados, incluidos los talibanes.

Y hasta en China hay zapatas que ya quisieran la mitad de dureza contra el partido y el gobierno que les somete que la que se muestra con Cuba. Olvidan estos zapatas recalcitrantes que con las cosas de comer no se juega y así, inocentes ellos, les cuesta comprender que otros se empeñen en poner sordina en las denuncias sobre violaciones de derechos humanos cuando de China se trata, que no hay que arriesgarse a perder un mercado con mil trescientos millones de posibles consumidores.

Sin olvidar los miles de zapatas que fallecen todos los días por hambre y sed sin que medie reivindicativa huelga alguna, o víctimas de enfermedades perfectamente curables, sin que las naciones ricas ni los organismos internacionales hagan nada por evitarlo. Unos 25.000 zapatas mueren silenciosamente cada día a consecuencia del hambre y la pobreza, vulnerados sus más elementales derechos. Seis millones de zapatitos y zapatitas menores de cinco años fallecen anualmente de hambre, según asegura la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

O, en fin, los millones de seres humanos que son víctimas del trabajo infantil, del maltrato o de la explotación sexual -en este último caso, fundamentalmente mujeres-, situados por completo al margen del disfrute de los humanos derechos.

Mientras no nos duelan todos y cada uno de los zapatas, al margen de su color de piel, su identificación política, su orientación sexual o su origen nacional o étnico, mucho me temo que no estaremos hablando de sinceras convicciones en favor de la libertad y los derechos humanos sino de otra cosa radicalmente distinta.

Mucho más cercana, mucho más parecida, a la hipocresía.


Enrique Bethencourt

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martes, 9 de marzo de 2010

Gubernamentales despropósitos

El Gobierno canario nos sorprende, un día sí y otro también, con despropósitos que no pasan inadvertidos. Especialmente en el área económica, pero no sólo, que en ocurrencias disponen de variedad y amplia pluralidad de ámbitos de actuación.

Hay para todos. Muchas, por su fragilidad, parecen más destinadas a la búsqueda de un titular mediático que a otra cosa. Y duran lo que dura una noticia, sustituida siempre por otra más novedosa. Ocurrió en septiembre del pasado año cuando, cantando aquello de “fumando espero”, anunciaron que iban a contratar a 10.000 personas gracias a lo que recaudarían con el incremento del impuesto sobre el tabaco rubio, desafiando a las matemáticas y a la lógica en igual medida.

Deberían anhelar que, pese al aumento del precio, decenas de miles de canarios se incorporaran a fumar de forma compulsiva con desastrosos efectos para su salud, pero con el loable fin de contribuir a generar empleo en esta Comunidad que ya ronda los 300.000 parados.

Poco después, ya en 2010, el presidente anunciaba que el Ejecutivo posibilitaría la creación de 80.000 empleos, desde ahora al electoral mayo de 2011, sufragando los costes de la Seguridad Social a los empresarios que contraten trabajadores. Sólo 48 horas después la cifra era reducida a la mitad, visto que resultaba demasiado fantasiosa, que hasta en eso hay límites.

Me gustaría estar completamente equivocado, preferiría que el Gobierno por una vez acertara, que incluso se quedara corto en sus previsiones, que no fueran 80.000 sino 150.000 los nuevos empleos generados, pero todo apunta a que se trata de una nueva medida-escaparate sin futuro alguno.

El propio consejero de Empleo, contradiciendo esas desmesuradas expectativas del presidente Rivero, no ha parado de repetir que a lo que aspira el Gobierno en el presente año es a que no se dispare más la cifra de desempleados.

Pero no conformes con sus singulares ocurrencias económicas, el Gobierno canario se anima a introducirse en otros ámbitos de actuación con similares propósitos. Sucede así con la propuesta de Paulino Rivero de volver a la jornada escolar partida, como mágica fórmula para mejorar el éxito escolar.

Pensar que el fracaso va a disminuir porque haya clases por las tardes es bastante simplista y alejado de la realidad. En el fracaso influyen múltiples factores en los que intervienen responsabilidades familiares, de los enseñantes y de la administración, así como de los propios estudiantes.

Y, además, sería imposible conseguir explicar como entonces la Comunidad Valenciana, con jornada partida, sea la que peor evolución presenta en la última década en cuanto a resultados escolares, con notable diferencia sobre el resto de naciones, nacionalidades y regiones.

Pero para ocurrencias terribles las que el Gobierno canario viene planteando a la hora de defender su aplicación de la Ley de la Dependencia en las Islas. Tanto los datos oficiales del Sistema para la Autonomía y Atención para la Dependencia del Imserso como el IV Dictamen del Observatorio Estatal para la Dependencia de diciembre de 2009, realizado por la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales, una organización profesional e independiente, son concluyentes: Canarias está a la cola en dictámenes y en el porcentaje de los que están recibiendo ya la prestación, lo que provoca que incluso haya personas que han muerto esperando a que se dé respuesta a su caso. Unas 1.500 según se daba a conocer estos días.

Frente a esa realidad la respuesta ofrecida por el Gobierno de Canarias no puede satisfacer a nadie. En primer lugar, a los propios afectados, como ha puesto de manifiesto Gisela Rivero, portavoz de la Plataforma de Personas con Movilidad Reducida de Canarias, al señalar que “lo que está haciendo el Gobierno de Canarias con la Ley de Dependencia roza lo delictivo".

Por ello, resulta patético que Rivero y Rojas se atribuyan el éxito en un asunto en el que han fracaso con creces, como es la aplicación de la Ley de Dependencia. Y a ello añaden dos argumentos defensivos simplones ante la contundencia de los datos. El primero, planteado por la consejera del ramo, alude a que en Canarias ha existido una saturación de peticiones; falsa premisa, pues comunidades con un porcentaje mucho mayor de solicitudes han resuelto el asunto con más diligencia.

Al margen de lo escasamente presentable que resulta derivar la responsabilidad de la mala gestión a los usuarios por exigir estos sus derechos.

El segundo, más chiripitifláutico, es recurrir a nuestra condición singular, a nuestra especificidad, que, según nuestros gobernantes, impide que seamos evaluados externamente. Semejante chorrada se esgrimió en su momento para justificar que Canarias no participara en el informe PISA, que a nivel mundial analiza los conocimientos, las aptitudes y las competencias de los estudiantes; como si el número pi, en las Islas fuera 3,13, o la teoría de la evolución de Darwin o el teórema de Pitágoras no casaran con este archipiélago ultraperiférico. Afortunadamente se rectificó y en los últimos meses se ha estado llevando a cabo el informe PISA en nuestros centros educativos.

Pero el error de esa especificidad que nos hace inevaluables se ha repetido con la Ley de Dependencia. Lo malo para el Ejecutivo es que resulta muy poco creíble, como muestran las estadísticas y como, sobre todo, saben los hombres y mujeres que están padeciendo en su propia piel, en sus hogares y en sus familias, las ineficacias en la aplicación de la Ley de Dependencia.

Y es que, puestos a ser singulares, a la ciudadanía de esta tierra nos gustaría serlo por el buen Gobierno, por unos servicios públicos punteros, por una sanidad satisfactoria y una educación con resultados positivos. Y metidos en especificidades quisiéramos que éstas se refirieran a altas tasas de empleo, a una economía diversificada y sostenible, a un riguroso respeto por el territorio y el medio natural. Y, por supuesto, a una correcta aplicación de la Ley de Dependencia.


Enrique Bethencourt

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