sábado, 15 de diciembre de 2007

¡Hola Don Pepito!

¡Hola don Pepito!, gritan alegremente desde la bancada de Coalición Canaria en el Cabildo Insular de Tenerife, con Ricardo Melchior como voz más destacada. ¡Hola don José!, responden entusiastas desde las zonas donde se ubican los consejeros del PP y del PSOE. ¿Insultó a Gran Canaria?, preguntan a coro los chicos y las chicas de Melchior, sabiendo perfectamente ya la respuesta: ¡A Gran Canaria yo insulté!, cantan entre risas socialistas y populares. ¿Defendió usted a Zerolo?, replican los aticos. ¡A Zerolo defendí!, remata la presunta oposición, esta sí que es de verdad sólo presunta desde hace más de una década.

Algo así, pero con más formalismo, sucedió la pasada semana en el Cabildo Insular de Tenerife. CC, agradecida y mucho, con los servicios prestados durante años, solicitó que la Corporación insular propusiera a José Rodríguez, editor del periódico El Día, a los Premios Canarias 2007, en su modalidad de Comunicación.

Hasta ahí todo lógico. Cuando hay una carajera en Tenerife, con varias investigaciones por corrupción en marcha (Fórum y Las Teresitas), El Día provoca un apagón informativo o simplemente desinforma abiertamente y afirma, sin que sus responsables se pongan colorados, que “Gran Canaria apesta a corrupción”; su periodístico olfato no parece funcionar en las distancias cortas. Cuando estamos ante el peor Gobierno de la historia de Canarias, el periódico de cabecera de ATI aplaude la labor del presidente Adán Martín y la de sus consejeros más radicalmente insularistas. Y, dejándose de sutilidades, el rotativo últimamente ya pide el voto para la formación de Paulino Rivero como única manera de salvar Canarias, que entiende como seis satélites orbitando alrededor de una isla central y hegemónica.

Resulta menos lógico, al menos inicialmente, que el PP y el PSOE se sumen a tan singular propuesta. Menos lógico sólo si no se conocen las dinámicas políticas y sociales de Tenerife. La mayoría de los ayuntamientos de la isla han otorgado medallas y reconocimientos varios al editorialista por unanimidad de sus ediles. En el Cabildo y en el Ayuntamiento de Santa Cruz en varios períodos no ha existido la oposición, abducida por completo por el poder atico.

Recuérdese, al respecto, que la operación de Las Teresitas contó con el apoyo de los concejales socialistas santacruceros, posteriormente expulsados del partido por el entonces secretario insular, Santiago Pérez, un tipo decente donde los haya, sometido al linchamiento de periodistas y medios afines al régimen de ATI, así como por parte de miembros de su propio partido, alcaldes incluidos, más cercanos al consejo de administración del insularismo que a la menor veleidad socialista.

El tiempo ha terminado por darle la razón a Santiago Pérez, mal que les pese a sus múltiples enemigos. El PP tinerfeño, por su parte, se ha limitado históricamente a ser el furgón de cola, el apéndice servil de ATI, con quien comparte electorado y, seguramente, intereses, cosa de lo que no son ajenos algunos sectores del PSOE.

Ahora, juntos y no se sabe si revueltos, han decidido por unanimidad que don José opte al Premio Canarias de Comunicación. El mismo don José que denigra, un día sí y otro también, a los grancanarios. El mismo cuyos editoriales suponen un grave insulto a la inteligencia de todos los canarios, sean de la isla que sean. El mismo que avergüenza a la mayoría de los tinerfeños. El mismo que actúa como lanzadera del pleito insular y de boicoteador permanente de la unidad de Canarias. El mismo que jalea a los movimientos racistas y xenófobos.

De Coalición, en Tenerife, en Lanzarote, en La Palma o en Gran Canaria, no hay nada que aguardar. Son lo que son y encima, con la que está cayendo, van a peor. Pero del PSOE y del PP cabría que esperar una pública disculpa a todos los hombres y mujeres de Canarias, a esa inmensa mayoría que cree en esta Comunidad y en un proyecto común, por una de las decisiones más irresponsables que se recuerdan. No lo van a hacer, se admiten apuestas.

¡Eran dos tipos requetefinos, eran dos tipos medio chiflados, eran dos tipos casi divinos, eran dos tipos disparatados!, entonan los consejeros mientras apoyan, por aclamación, la candidatura de José Rodríguez al Premio Canarias de Comunicación. ¡Adiós don Pepito! ¡Adiós don José!, acaban la musical faena los cabildicios coros. Los payasos de la tele eran mucho más serios y respetables.

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sábado, 8 de diciembre de 2007

Silvio, nuestro Bob Dylan

Asistí al concierto de Silvio Rodríguez en Telde, uno de los últimos de la actual gira que puede constituir su despedida de los escenarios tras más de cuatro décadas de fructífera carrera musical. Rememoré la primera vez que lo vi y escuché, junto a Pablo Milanés, en el teatro Pérez Galdós, en el año 1977, hace treinta años, cuando Canarias y España se encontraban en los primeros pasos de una transición que alimentaba grandes esperanzas de cambio, aunque aún se soportaban los coletazos criminales y las resistencias del régimen franquista.

A pesar de algunos fallos organizativos e incomodidades, su actuación del viernes 9 en Gran Canaria alcanzó muy buen nivel, con un excelente grupo de esa inagotable cantera instrumental cubana, en el que sobresalió Niurka González (flauta y clarinete). Y con un cantautor al que se le podía escuchar con nitidez su voz, que no es la de hace tres décadas, pero que ha sabido conservar en muy buenas condiciones.

Tuve la oportunidad de entrevistar a Silvio en La Habana en el verano de 1992, cuando Cuba sufría las consecuencias del derrumbe de la Unión Soviética, en medio del período especial y el completo aislamiento de un país cercado y a pocas millas del gendarme del universo. Y cuando, una vez más, y como señala Eduardo Galeano en su libro Fútbol, a Sol y Sombra, “fuentes bien informadas de Miami anunciaban la inminente caída de Fidel Castro, que iba a desplomarse en cuestión de horas”.

En aquella ocasión, el cantante de San Antonio de los Baños se mostraba confiado en que la Revolución sabría superarse y buscar su lugar en el mundo tras la desaparición del socialismo real, que resultó ser poco de lo otro y casi nada de lo uno. Y no renunciaba a seguir trabajando por unas sociedades más igualitarias y más a la medida de los seres humanos.

“Tengo pruebas de que la gente sigue respondiendo a la solidaridad, sigue respondiendo a los principios, de que no todo el mundo está mercantilizado… Es un milagro maravilloso, es la condición humana que se rebela por más que la sociedad se haya retorcido, que los sistemas hayan retorcido el carácter del hombre, por debajo de todo eso está la condición humana luchando para salir”, me aseguraba, mientras compartíamos una botella de ron ‘paticruzao’, en la entrevista realizada una tarde habanera de septiembre, y que luego se publicaría en el primer número de la revista Disenso.

Dice Mario Benedetti que “Silvio es un poeta que canta, y más aun, es uno de los poetas más talentosos de su generación”. Comparto esa visión de don Mario y no tengo la menor duda de que Silvio es uno de los cantautores más brillantes en español, comparable en su relevancia y en su influencia sobre otros autores, y en la calidad de su producción literaria, con el laureado Bob Dylan.

Por eso, creo que la fructífera trayectoria del autor de Unicornio, Te doy una canción, Óleo de mujer con sobrero, El papalote, La maza, El sol no da beber, Ángel para un final, La era está pariendo un corazón, Escaramujo, Canción del elegido o Como esperando a abril, merece, ni más ni menos que Robert Allen Zimmerman, el reconocimiento del Príncipe de Asturias de las Letras.

Silvio Rodríguez es, sin duda, nuestro Dylan.

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