martes, 16 de noviembre de 2010

‘Psoecidio’

Las primarias, como las pistolas, las carga el diablo. Y a los socialistas, aquí y en la metrópoli, estos singulares procesos democráticos se les vienen atragantando hasta límites insospechados.

La derrota del oficialismo en Madrid constituye una buena muestra de que no siempre salen las cosas como el aparato quiere; que, a veces, las bases salen respondonas. Pero a Tomás Gómez no se le ha ocurrido fusilar a quienes apoyaron a Trinidad Jiménez, disolver los comités locales de los municipios díscolos con su liderazgo ni solicitar a Zapatero que releve a su contrincante en las primarias al frente del Ministerio de Sanidad, ayer, o del de Exteriores en estos momentos.

Sin embargo, en Canarias sí que han organizado una purga al más viejo estilo estalinista, aquel que pregonaba que el partido se fortalece depurándose. La disolución del comité local de Santa Cruz de Tenerife y la imposición de una gestora a nivel insular pocos meses después de elegirse esta en un congreso, parecen decisiones poco meditadas, o planificadas por el enemigo, que tendrán gravísimas consecuencias políticas y electorales.

Suponen, en mi opinión, una enorme torpeza, así como la presencia de unos peligrosos resabios antidemocráticos, que contribuyen a la desmoralización de los sectores progresistas en Tenerife y en el conjunto de Canarias. Parece que Juan José Millás se refería a nuestra tierra cuando dijo que “la primera condición para ser dirigente es no ser idiota. La segunda, no tratar a los demás como idiotas. Durante la resaca de las primarias, los dirigentes socialistas están incumpliendo las dos.”

A nadie se le oculta que el PSC-PSOE gozaba de una excelente oportunidad en la capital santacrucera, visto el profundo desgaste de Miguel Zerolo a lo largo del mandato, que se ha visualizado como una etapa de auténtica parálisis en la corporación, y los problemas que atraviesan los otros grupos de la oposición municipal.

Sin embargo, parece que CC está destinada a ganarlas siempre. Primero, José Manuel Soria les allana el camino defenestrando a Ángel Llanos, un valor electoral en alza, igual que en el pasado hicieron con Guillermo Guigou; ahora, los socialistas postprimarias aplican la política de tierra quemada en sus propias filas y se hacen el haraquiri, renunciando a derrotar a CC.

Si con ello lo que pretenden es acercarse a las huestes coalicioneras y facilitar el acceso socialista a un futuro Gobierno de Canarias tras las elecciones de mayo, se trata de pésimas formas que, encima, no garantizan ningún éxito en la misión, como sucedió en el pasado con Jerónimo Saavedra o Juan Carlos Alemán, condenados, pese a su amable trato hacia ATI, a una larga travesía del desierto.

En ese contexto, una frase del comunicado oficial del PSC-PSOE tras el linchamiento en plaza pública de los críticos –“Los socialistas canarios muestran su preocupación por la actual situación de evidente desencanto de la ciudadanía respecto a la política”- parece un ejercicio de nada sutil desfachatez; primaria, por supuesto.

Enrique Bethencourt

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martes, 2 de noviembre de 2010

Canarias, ejemplo internacional

Sé muy bien que en muchas cosas esta tierra, Canarias, no anda bien. En el empleo ni les cuento, 312.000 parados según la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre, líderes en España y casi campeones de toda la Unión Europea continental y ultraperiférica, sólo superados por Reunión.

En la Educación y la Sanidad, también arrastramos los peores parámetros del conjunto del Estado, pero seguro que estamos mejor que Guadalupe o Guyana. Igualito que con la Ley de Dependencia, en la que nuestro Gobierno canario ha naufragado para sufrimiento de miles de personas, afectados directos y sus familiares.

Pero no me negarán que tenemos nuestras más que curiosas especificidades. Especialmente en la política, con un sistema electoral estrambótico y que se burla de la ciudadanía, dejando sin representación en el Parlamento a más de 150.000 votantes, lo que no sucede en ninguna otra región, nacionalidad o nación.

Pero puestos a superarnos, la crisis abierta tras la huida del PP a los cuarteles de otoño/invierno (aunque no descartan volver en primavera, poco después de que ésta llegue de la mano de El Corte Inglés) nos proporciona otro motivo para sentirnos diferentes: somos la única comunidad en la que gobiernan los que perdieron las elecciones, en la que en su Consejo de Gobierno se sientan, en exclusiva, los integrantes del partido tercero en votos, que representa al 23% de los votos válidos, mientras que no está, ni se le espera, el otro 77%. Y sólo 19 de los 60 diputados apoyan al nuevo Ejecutivo pauliniano. Politólogos de todo el mundo deberían venir a estudiar tan singular caso.

Si exportáramos el modelo, en Andalucía gobernarían las huestes de Cayo Lara, tercera fuerza tras socialistas y conservadores; en Cataluña lo haría el PP o ERC en solitario desbancando al todavía mayoritario tripartito, al que las encuestas dicen que les quedan pocos telediarios; y en Aragón le correspondería el bastón de mando a la Chunta Aragonesista del recientemente desaparecido Labordeta. Y apurando la cosa, hasta en Galicia el presidente Feijoo se vería obligado a dar paso al Bloque Nacionalista Galego, completando un curioso cuadro: el Gobierno de las minorías.

Pero en esas comunidades autónomas debe reinar, al menos, el sentido común. O el sentido democrático, que no es lo mismo pero es igual. En nuestro caso no, perpetrando una auténtica perversión democrática.

La responsabilidad fundamental está en quienes han impedido la reforma del sistema electoral canario, muy útil para los intereses de CC pero poco para los valores de la democracia, y las propias modificaciones del Estatuto, que posibilitarían una disolución del Parlamento y un adelanto de las elecciones, como ocurre en otras autonomías.

Pero también se encuentran en las otras dos fuerzas parlamentarias que, por acción u omisión, toleran o propician esta inocentada tan poco inocente que se va a prolongar hasta las elecciones de mayo de 2011.

Enrique Bethencourt

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