Antes, mucho antes, de que don José Rodríguez fuera inoculado por el mutante virus del soberanismo, El Día era un periódico mejor o peor hecho, con un mantenido liderazgo en Tenerife, y reconocible por sus primeras páginas dominicales ocupadas por un extenso y, casi siempre, flamígero editorial. Su línea era más bien conservadora, se diría que hasta más estatalista que autonomista.
Eso sí, aderezada con los continuos ataques a (Gran) Canaria por parte del singular editor, un auténtico pirómano del pleito insular que a punto estuvo de ser reconocido con el premio Canarias de Comunicación, a solicitud unánime de CC, PSOE y PP en el Cabildo de Tenerife, en un pleno del pasado mandato que pasará a la historia por la actitud irresponsable y cobarde de los consejeros de la corporación insular.
Su relación con el ATI profundo ha tenido etapas de evidente tensión, como las que suelen producirse en el seno de cualquier núcleo familiar, máxime cuando por medio se encuentran no sólo los amores y desamores. Pero desde ese partido nunca se cuestiona públicamente a don José por más que este trata de dinamitar la unidad del Archipiélago y considere a los canariones “la vergüenza de Canarias”, sin que el presidente de nuestra Comunidad ni su partido reaccionen ante este insulto dirigido a 850.000 canarios y canarias.
Y no solo ellos, como se vio en el programa El Envite al que asistieron los alcaldes de Las Palmas de Gran Canaria, Jerónimo Saavedra, y Santa Cruz de Tenerife, Miguel Zerolo, a los que tuve que llamar la atención por sus comentarios quitando trascendencia a la actitud de El Día, dejándolo en un mero asunto de ejercicio de la libertad de expresión. Las amenazas, insultos y comentarios sexistas y xenófobos son otra cosa. Como el reiterado empeño de pasar por la guillotina al diputado Santiago Pérez.
El no va más de las primeras páginas de El Día, merecedor de algún reconocimiento internacional, lo alcanzó cuando Augusto Pinochet convocó, en el año 1988, un plebiscito sobre su continuidad al frente de los destinos de Chile. Todos los periódicos del mundo recogieron a toda plana la derrota del dictador en el referéndum. Todos, menos uno, El Día, que dio por ganador al general asesino y corrupto. Nunca entendí ese dislate, ese gazapo elevado al cubo.
Nunca, hasta la lectura hace unos años de un editorial del periódico en el que junto a los habituales improperios a quienes difieren de su línea programática, realizaba una crítica del uso de Canarias por el Estado como lugar de exilio para represaliados políticos.
En ese contexto, hacía una referencia a militares golpistas en los previos del golpe de estado del 36 y la posterior guerra civil, donde los adjetivaba de forma bien curiosa: militares inquietos: “No hace tanto tiempo que el Gobierno nacional recluyó al General Franco y a otros inquietos militares en Canarias”, dice el intrépido editorialista.
No voy a entrar si en consonancia con su reciente canarismo debió llamarlos ‘desinquietos’. Pero sí en la cancaburrada de suavizar hasta el extremo el tratamiento a los que posteriormente, con Franco a la cabeza, atentarían contra el orden constitucional y causarían un baño de sangre en España. No sé si a los asesinos en serie, a los violadores, a los terroristas o a los pederastas, con similar nivel de eufemismo, los llamaría individuos fogosos, personas apasionadas, gente vehemente o, en fin, seres efusivos.
Siempre, claro, que no sean canariones. >
Nos mudamos de sitio
Hace 10 años
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