lunes, 26 de septiembre de 2011

El PSC, el demonio y la carne

Los problemas del PSC-PSOE vienen de viejo. Su languidecer en Canarias, también. Pero no nos vayamos muy atrás, a las direcciones de Juan Carlos Alemán, plana e incapaz de enfrentarse al sector ATI de CC, y de Juan Fernando López Aguilar, histriónica y algo desmadrada, capaz de arrasar con todo, y culminada con su escalonada huida de Canarias. Era imposible predecir entonces que las cosas pudieran ir a peor, pero lo lograron con creces.

La elección de José Miguel Pérez como candidato a la Presidencia del Gobierno canario puede apuntarse como el momento previo a un cambio de era. Y, tal vez, como el principio del fin del socialismo canario.

Porque lo que vino a continuación fue un proceso de pura purga que acabó con el nombramiento de gestoras en Tenerife y en la propia capital de la isla, que probablemente allanaban el camino al entendimiento con CC, aunque el coste fuera elevado: dinamitar buena parte de la organización.

Y la salida de numerosos militantes capitaneados por Santiago Pérez, con diferencia, y con virtudes y defectos, el dirigente más capacitado del partido en todo el Archipiélago, la cabeza mejor amueblada, el mejor candidato que podían ofrecer al electorado de las Islas.

El resultado se vio en las elecciones de mayo: 15 escaños, un desastre, por la influencia de la ola estatal, sumada a sus propios y grandes desatinos; desalojados, además, del ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y del Cabildo de la isla redonda. Aunque la debacle, paradójicamente, les sirvió para encontrar acomodo en el Ejecutivo canario y cogobernar en lugares como Santa Cruz de Tenerife y La Laguna.

Y entonces vino Soria, la moderna reencarnación del demonio según Domingo Fuentes Curbelo, secretario del PSC en Fuerteventura, y empezó a tentarles con la posibilidad de alcanzar poder y, de paso, vengarse de CC; y así levantaron a CC de Los Llanos y Santa Cruz de La Palma, así como de Tazacorte y otros municipios; operación que luego dio un salto a la isla del meridiano, propiciando que Alpidio Armas censurara con éxito a la brevísima presidenta Belén Allende.

Ahora llegan nuevas tentaciones satánicas: los Cabildos de La Palma y Fuerteventura, los ayuntamientos de Pájara y La Oliva. Suculentos bocados para socialistas ávidos de poder que Soria “comprende” y “respeta”. Aunque parece que en La Palma, al fin, los socialistas pactarán con CC; de momento, al menos.

En el camino, expedientes de expulsión para un buen número de ediles palmeros, defenestración express (y, en mi opinión, de escaso o nulo sustento democrático) de los consejeros de la corporación insular de El Hierro y, en la práctica, pérdida del partido en esa isla.

A lo que se suma, en un orden de cosas bien distinto, pasando del demonio a la carne, la rebelión en La Gomera por el frenazo de Ferraz a la candidatura de Curbelo al Senado, que la dirección canaria del PSC, en medio de su enorme debilidad y temiendo una mayor debacle el 20-N, fue incapaz de cuestionar.

Más bien todo lo contrario. Aterradora descomposición la de un partido que defenestra a sus mejores hombres y mujeres y protege hasta la nausea a Casimiro Curbelo.

Seis meses después del inicio de las hostilidades internas y la defenestración de Santiago Pérez el balance no puede ser más desolador: un partido roto, sin presencia en algunos territorios y que en noviembre se arriesga a sacar los peores resultados de su historia.

Eso sí, siguen en el Gobierno, progresivamente debilitados, hasta que Paulino decida que ya no le son útiles. ¿O la mayor utilidad para CC reside, precisamente, en el proceso de caída libre del PSC?.

NOTA AL CIERRE: Esta es mi última colaboración con canariasaldia.com, que en unos días cerrará sus puertas, una víctima más en los medios de comunicación de la actual crisis económica. Agradezco a su director, Luis Azcona, el lugar de libertad en que me he podido mover en estos dos años de aventura digital. Y, si me acompañan, amenazo con regresar con LA TIRADERA en algún lugar del ciberespacio.

Enrique Bethencourt


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lunes, 19 de septiembre de 2011

Acuerdos y desacuerdos electorales

Las próximas y adelantadas elecciones del 20-N están produciendo distintos movimientos políticos en el conjunto del Estado, iniciados durante el verano y acelerados estas semanas de vuelta a la normal actividad.

Así, el PP, que quiere ganar por goleada, no deja ningún frente abierto y ha establecido acuerdos electorales con UPN, en Navarra, y con el PAR, en Aragón. Algo similar a lo que pretendía Ignacio González (CCN) en nuestro Archipiélago; eso sí coincidiendo con los días pares, los que no se escoraba al soberanismo, claro.

En el PSOE bastante tienen con tratar de presentar como alternativa a un viejo/nuevo candidato, con la esperanza de que el hundimiento sea menor del que, de forma empecinada, estiman las diferentes encuestas.

Izquierda Unida, al tiempo, busca alianzas con ecologistas y otras organizaciones de la izquierda social –incluidos no disimulados guiños al 15-M- para generar un frente que les permita mejorar sus resultados electorales.

Llamazares propone un bloque amplio que incluya desde Izquierda Anticapitalista a Equo, así como al BNG y ERC, aunque parece que, tanto los ecologistas de Uralde como los nacionalistas gallegos y los independentistas catalanes, no están por la labor. Con la Chunta Aragonesista también han iniciado contactos.

En las Islas también hay movimientos en esa línea, aunque de manera muy desigual en expectativas en las dos circunscripciones, pues a SSP y Por Tenerife le avalan sus buenos resultados de mayo (aunque un escaño de los siete en liza en Santa Cruz de Tenerife es muy caro, cerca de 60.000 votos), mientras que en Las Palmas IUC sobrevivió modestamente a pesar de su crisis interna antes de los comicios autonómicos y locales, pero SSP cosechó un rotundo fracaso, y no parece que las cosas vayan a cambiar ahora: los 10.000 votos parecen una meta inalcanzable.

En el País Vasco, Aralar irá con Bildu, pese a sus profundas divergencias y al maltrato que los abertzales más radicales han dado siempre al partido de Patxi Zabaleta. Un acuerdo electoral abierto, incluso, al PNV, que declinó la invitación a formar parte de un frente claramente soberanista y en el que podría quedar desdibujado.

En Cataluña, parece que no repetirá la Entesa, coalición al Senado de la que forman parte el PSC-PSOE, ERC, Iniciativa per Catalunya Verds e IUiA, cuya unidad se ha visto distorsionada por el distinto planteamiento de sus integrantes en torno a la reforma constitucional, en la que sólo los senadores del PSC apoyaron la propuesta de Zapatero/Merkell.

Por su parte, aquí en Canarias, CC y NC acaban de cerrar un acuerdo electoral para tratar de alcanzar grupo en Madrid y mitigar, en lo posible, el paseo militar que el PP se va a dar en las urnas en el Archipiélago; un futuro éxito ‘pepero’ acrecentado, aún más, si cabe, por el proceso de descomposición interna en el PSOE, con graves problemas en El Hierro, La Palma y La Gomera, que se suman a la escisión en Tenerife y a la resaca de su pésimo resultado electoral del 22-M en el conjunto del Archipiélago.

Un acuerdo, el de los nacionalistas canarios, visceralmente rechazado por algunos minoritarios sectores progresistas incapaces de entender la gravedad del momento político y económico que viven las Islas; o que no valoran suficientemente la relevancia de que Canarias tenga en estos momentos una sólida voz diferenciada en el Congreso y en el Senado.

O que no se dan cuenta que este acuerdo CC-NC es el único dique para evitar que el PP supere la frontera de los 10 escaños en el conjunto de Canarias. O que, más difícil todavía, y en un triple salto mortal, rechazan el acuerdo hoy y, al tiempo, reclaman la unidad del nacionalismo pasado mañana.

O, lo que es peor, hay quienes lo rechazan imbuidos en una manera de entender la política que sólo considera válida la dialéctica amigo/enemigo y en la que, por supuesto, el entendimiento entre fuerzas políticas distintas es un absoluto tabú o, incluso, una más que evidente traición.

Puestos a elegir, prefieren el suicidio.

Enrique Bethencourt

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miércoles, 31 de agosto de 2011

El nacionalismo canario y las generales

Todo apunta a que Coalición Canaria y Nueva Canarias han iniciado conversaciones para tratar de alcanzar un acuerdo para las adelantadas y casi inmediatas elecciones generales del 20-N. Las del cambio de ciclo y la llegada al poder de una derecha sin complejos, por mucho esfuerzo que hagan ‘conRubalcaba’ o ‘sinRubalcaba’, intentando guiños a la izquierda tras hacer políticas abiertamente de derechas hasta el último día de la legislatura.

No se trata, al parecer, de la mil veces mediáticamente anunciada y tantas otras veces rechazada unidad del nacionalismo canario, a través de sus organizaciones más representativas (el CCN ignaciano tiene mucho menor peso militante, político y electoral y su nacionalismo es, como mínimo, confuso-difuso), sino de algo mucho más modesto: un mero acuerdo electoral.

Lo otro, la confluencia orgánica, no está en la agenda y, además, es muy posible que, como sucede en Euskadi o Cataluña, en las Islas convivan varias formaciones nacionalistas con diferentes concepciones ideológicas.

Por otra parte, el posible entendimiento electoral para el 20-N permite a cada formación mantener su identidad política propia, como sucede en Cataluña con la Entesa, donde confluye toda la izquierda catalana en las elecciones al Senado; y pese a ello nadie confunde a Iniciativa con el PSC.

El líder canario del PP, ex vicepresidente del Ejecutivo y aspirante a ministro, José Manuel Soria, a través de Twitter, ponía recientemente en cuestión este posible entendimiento. Y razones tiene para estar preocupado, porque, de producirse, cambiaría sustancialmente el reparto de escaños al Congreso.

De concurrir por separado, CC alcanzaría representación por la circunscripción de Santa Cruz de Tenerife y sólo Nueva Canarias tendría posibilidades, con muchas dificultades, de lograr representación por la de Las Palmas.

Pero se correría el riesgo de que no fuera así y que 80.000 o más votos nacionalistas, de la suma de ambas fuerzas, fueran directamente a la papelera. Fracaso del que se podrían alegrar mucho los estatalistas de las más diversas corrientes, pero no los que se sienten nacionalistas.

De hacerlo conjuntamente garantizarían, al menos, un escaño en las islas orientales, con abiertas posibilidades de pelear por el segundo; y por obtener representación en el Senado en Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura. Y el PP de cinco o seis escaños, si los nacionalistas van separados, pasaría casi con toda seguridad a cuatro si se produce el acuerdo. Lógica y nada gratuita la preocupación de Soria, repito.

A nadie que siga la vida política canaria se le esconden las diferencias que ambas formaciones mantienen en numerosos asuntos, desde el sistema electoral a la financiación autonómica. Y que se visualizan en las instituciones, especialmente en el Parlamento de Canarias, con CC apoyando al Gobierno de coalición que mantiene con el PSC-PSOE, y NC en la oposición; pero también en las desavenencias en distintos ayuntamientos de Gran Canaria en los que NC fue la fuerza más votada y no gobierna porque CC lo impidió, llevándoles al esperpento de posibilitar el regreso de PP y CIUCA al frente del consistorio teldense; así como en el Cabildo y otros ayuntamientos, multiplicando gratuitamente el poder del PP en la isla redonda, con consecuencias a corto, medio y largo plazo.

Paulino Rivero y Román Rodríguez tienen una oportunidad para mostrar su altura política, pese a los obstáculos que les pondrán minoritarios sectores de sus respectivas formaciones, incapaces de comprender y valorar lo que está en juego en este período histórico. O con dificultades para superar heridas recientes, más o menos abiertas, como las de la campaña de las pasadas autonómicas y locales.

Estoy convencido de que las circunstancias que atraviesa hoy Canarias, con casi el 30% de su población activa en paro, con una enorme destrucción de su tejido empresarial, con una financiación autonómica que nos discrimina claramente frente a otros territorios…justifican un entendimiento de mínimos en la defensa de esta tierra y de su gente en tan complicada coyuntura.

Una defensa del Archipiélago que sólo pueden asumir consecuentemente y sin cortapisas, al margen de imposiciones externas, con aciertos y errores, por supuesto, los diputados y senadores nacionalistas, como ha quedado nítidamente demostrado en las últimas décadas.

Si no, estimados lectores, hagan un esfuerzo y traten de recordar los nombres de algunos de los 13 diputados canarios que el PP y el PSC-PSOE tienen ahora mismo en Madrid, algunas de sus intervenciones y algunos de sus logros para estas Islas.

Difícil o imposible tarea, estoy seguro.

Enrique Bethencourt

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martes, 23 de agosto de 2011

‘Mouriñadas’, mucho más que una anécdota

Después de cuarenta años siguiendo el fútbol me resulta difícil sorprenderme por algo.
En el lado bueno, evoco muchas cosas: el Brasil de Pelé, el Ajax y la Holanda de Johan Cruyff, el FC Barcelona y la España de los últimos años…

O, junto a los citados, jugadores como Maradona, Beckenbauer, Zico, Platini, Zidane, Laudrup o Van Basten. Recuerdo, también, burradas de los más variados estilos. Como la criminal entrada de Goikoetxea al ‘Pelusa’ que dejó al astro argentino varios meses fuera de las canchas.

También las chuladas verbales de Javier Clemente, algunas con vergonzantes toques racistas o xenófobos. O, en fin, la singular acción de impotencia y rabia del duro defensa Iselín Santos Ovejero, entonces en el Real Zaragoza, que se lanzó contra la red y descoyuntó la portería por completo, teniendo que interrumpirse el encuentro para colocar los palos en su sitio, caliente porque le había regateado con descaro y marcado gol a su equipo un tal Edson Arantes do Nascimento.

Como me señalaba recientemente el periodista Jorge Bethencourt en Twitter, “el fútbol es un reflejo de la sociedad. Como la política. El juego sucio, la exasperación y la violencia son el signo de hoy”. Cierto, pero antaño tampoco andaban flojos, como muestran el superleñero Granada de los 70 o futbolistas como Benito, prodigioso rompepiernas muy pocas veces expulsado, por cierto.

Pero en eso del juego sucio lidera hoy claramente el ranking el prepotente técnico luso del Real Madrid. Mourinho, buen entrenador, insoportable persona de permanente gesto crispado, sobreactúa hasta convertirse en una penosa caricatura de sí mismo.

Ajeno a cualquier autocrítica, sus derrotas son responsabilidad de otro: del árbitro, de los recogepelotas, del viento… Hasta cuando su equipo juega a gran nivel, como recientemente en la supercopa, opaca ese buen fútbol bajo la cortina de declaraciones y actuaciones muy desafortunadas.

Resulta increíble que un gran club como el Madrid se ausente cuando van a entregar el trofeo al campeón de un torneo, cosa, por cierto, que no hizo el Barca en la Copa del Rey. Pero resulta aún peor que su entrenador se comporte como un vulgar gamberro, como un hooligan, como un matón de barrio, metiéndole el dedo en el ojo a Vilanova, negando la acción ante las cámaras en la rueda de prensa posterior al partido y, finalmente, señalando no conocer al agredido.

Me preocupa la impronta que este señor, aunque no sé si merece que le llamen así, está dando al Real Madrid y al fútbol español, con el silencio o la abierta complicidad del club y de algunos medios de comunicación deportivos de Madrid, aunque con las notables excepciones de Valdano, Morientes o López Iturriaga.

Porque las actitudes y los mensajes de este caudillito no son simples anécdotas, sino posturas verdaderamente peligrosas que pueden traer lamentables consecuencias de no cortarse a tiempo. Y, por lo visto, nadie está dispuesto a hacerlo, más bien todo lo contrario.

Mourinho lo envenena todo a su paso. Ha logrado que Pepe y Marcelo, así como Ramos, saquen lo peor de sí mismos, jugando como poseídos y ultraexaltados unos cuantos centímetros más allá de los límites del reglamento y generando todas las condiciones para que terminen causando una grave lesión a un rival.

Ha conseguido, igualmente, que el otrora mesurado Casillas se desquicie por completo y llegue a justificar la brutal coz de Marcelo a Cesc.

Está impulsando el juego sucio, la violencia gratuita, la bronca continua, la falta de respeto al contrincante, la ausencia absoluta de deportividad y, de paso, resquebrajando gravemente la convivencia en la brillante selección campeona de Europa y del mundo. Todo un éxito que este malcriado machito portugués destruya a la mejor selección española de la historia con la complicidad de los que, seguramente confundidos de competición, gritan ¡España, España! en el Bernabeu.

Además, ese estilo deslenguado, chulesco y navajero es aplaudido, lamentablemente por la mayoría de aficionados del Madrid, y hasta por la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, encantados, al parecer, con los modos y maneras de su técnico, apoyados en la teoría del todo vale, en la eliminación de cualquier referencia ética.

Circunstancia que me asusta aún más. ¿Qué mecanismos hacen que la gente anule su conciencia crítica, su capacidad de discernimiento entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo justo y lo injusto? ¿Qué estructuras facilitan el caudillismo y su imprescindible contrapartida, el apoyo entusiasta e irreflexivo de sus seguidores? ¿Qué circunstancias facilitan el ascenso social de personajes de semejante catadura y el rendido aplauso del resto?

No es un asunto baladí. Con semejantes planteamientos trasladados a la política, se facilitarían, sin lugar a dudas, la aparición, el ascenso y el mantenimiento de líderes autoritarios y populistas, de esa extrema derecha que va enseñando la patita y algo más en distintos países europeos.

Desgraciadamente, el estilo Mou tiene presente y futuro mucho más allá del fútbol.

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martes, 16 de agosto de 2011

La juventud católica y el Papa

Estuve en Madrid pocos días antes de la llegada de Benedicto XVI y ya se notaba en el incremento de la seguridad, en la preparación de escenarios y confesionarios, así como en el inicio de la llegada de peregrinos.

Por cierto, aunque se empeñan en denominar al evento Jornada Mundial de la Juventud, debería llamarse Jornada Mundial de la Juventud Católica, que no están ni se le esperan la enorme variedad de ideas, religiosas o laicas, que, afortunadamente, circulan entre los jóvenes de todo el mundo.

Pasa igual que cuando la Iglesia española o sus cercanías organizan alguna manifestación por la familia, sin matices, como si el resto de los mortales que no seguimos su doctrina viviéramos en hordas o tribus.

Por supuesto que el Papa y los jóvenes católicos tiene derecho a reunirse, rezar, cantar, realizar misas y hasta manifestarse, como suelen, contra el Gobierno socialista. Más dudoso es que lo hagan con dinero público (se calcula que más de 30 millones de euros) y disponiendo de institutos como albergues, con la paradoja de que muchos no están habitualmente abiertos a sus barrios y, también, que se perjudica al sector hostelero.

Pero no quería hablarles de asuntos económicos, sino de pensamientos. Inicialmente parece interesante que la gente, en este caso los jóvenes, se movilicen por sus ideas, por transformar el mundo que les ha tocado en suerte.

Pero analizando lo que el Papa y la cúpula eclesial defienden, en la teoría y en la práctica, no parece que la cosa sea para tirar voladores. Y que quede claro que diferencio esa poderosa directiva, anacrónica y ultraconservadora, de la actitud y el compromiso de cristianos en todas partes del mundo con la pobreza, con los perseguidos, con los más débiles.

Pero hay muchas cosas que me chocan. La verdad es que me resulta difícil de entender que gente joven aplauda de forma entusiasta a una organización jerarquizada y profundamente antidemocrática, donde el gran jefe es elegido por una minoría de miembros previamente cooptados. Vamos, que esto no sucede ni en los comités centrales de los partidos comunistas más cerrados y dogmáticos.

Me resulta igualmente incomprensible que se acepte la profunda misoginia de la Iglesia Católica en una sociedad del siglo XXI. ¿Se imaginan un club deportivo, cultural o gastronómico, que no permitiera a sus socias ser directivas ni presidentas?

Pues la Iglesia lo hace con total impunidad...y, encima, trata de justificarlo. Las mujeres no pueden llegar a ser, no ya a obispas o papisas, sino ni siquiera curas de base, lo que no sólo es reprochable sino con toda seguridad completamente ilegítimo e ilegal. Como bien señalaba el obispo Casaldáliga, la mujer sigue siendo fuertemente marginada en la Iglesia: en la liturgia, en los ministerios, en la estructura eclesiástica.

Al tiempo que no concibo que jóvenes o menos jóvenes comulguen con un señor que sigue prohibiendo el preservativo, marginando a homosexuales y lesbianas, planteando la sexualidad como mera actividad reproductiva o rechazando un derecho democrático tan elemental como el divorcio. Lo de la indisolubilidad del matrimonio suena, a estas alturas, a coña marinera.

Sólo me consuela pensar que muchos de esos entusiastas jóvenes pro Papa, como sucede con buena parte de los bautizados, harán poco o ningún caso en el transcurso de sus vidas a preceptos tan disparatados y a pensamientos tan discriminadores, medievales y deshumanizados; y buscarán el placer en sus relaciones, homosexuales o heterosexuales, usarán condón u otros anticonceptivos y no admitirán en modo alguno la secular marginación de las mujeres.

Dentro o fuera de la Iglesia, of course.

Enrique Bethencourt

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lunes, 4 de julio de 2011

Capital, cultura y sectarismo

La reciente elección de Donostia/San Sebastián como Capital Europea de la Cultura para el año 2016 ha desatado una polémica, a mi juicio innecesaria, tergiversada y estéril, que ha sacado lo peor de los distintos localismos fanatizados –que no son, ni mucho menos, una exclusiva de Euskadi- y ha mostrado posicionamientos sectarios y escasamente documentados; lejos, por tanto, de la cultura que dicen representar o defender.

Lo que cabía esperar tras la decisión del jurado era, en primer lugar, mostrar el respeto y la felicitación a la ciudad ganadora y a sus habitantes. Yo lo hago con la capital guipuzcoana, pero lo haría igual con Córdoba, Burgos, Zaragoza o Segovia; y en el caso de Las Palmas de Gran Canaria, además, lo celebraría.

No han hecho esto los perdedores, con declaraciones de pésimo estilo, difíciles de comprender cuando las hace un alcalde, pero del todo imposible cuando la autora es una ministra del Gobierno de España, la señora Aguilar, que parece excluir al País Vasco de los dominios de su departamento y, por ende, del Ejecutivo.

En segundo lugar, se trataría de aprovechar el nivel de consenso alcanzado en nuestra tierra en torno a la candidatura de Las Palmas de Gran Canaria para, aprendiendo de la experiencia, seguir trabajando por impulsar iniciativas que mejoren nuestra vida cultural, que gestionen de manera inteligente las capacidades culturales de la ciudad; y, sobre todo, que enriquezcan las prácticas de importantes sectores de la población, con hábitos de consumo culturales que me preocupan, como nuestro liderazgo en el seguimiento de productos televisivos tipo ‘Sálvame’ o similares.

Pero lejos de esa sana actitud nos hemos encontrado con los disparates pronunciados por Saavedra, Cambreleng, Belloch o Aguilar, más propios de algunos hinchas de River Plate tras su descenso que de personalidades del mundo político y/o cultural, que han demostrado funcionar más con las vísceras que con el cerebro, que han sido incapaces de aceptar elegantemente la derrota y que han usado una hiperpolitización interesada para evitar el asumir (auto)críticamente su fracaso. Hiperpolitización, por cierto, que no utilizaron cuando casi todas las ciudades que pasaron el primer corte estaban regentadas por alcaldes socialistas.

Todo se ha sacado completamente de quicio, hasta la propia relevancia de ser capital cultural. ¿Conocen ustedes los nombres de las ciudades designadas este año? ¿Y las correspondientes a 2010 o a 2009? Hice la prueba el otro día en la tertulia de ‘El Espejo Canario’, en 7.7 Radio, y quedó claro que, como en la película de Mateo Gil, nadie conoce a nadie. Salvo los directamente implicados en el asunto, claro está.

Por otra parte, ¿se ha evaluado suficientemente el impacto real de ese reconocimiento en las urbes que lo han disfrutado en la última década? ¿Qué transformación sufrieron? ¿En qué mejoró su situación económica y cultural? ¿Y la calidad de vida de sus ciudadanos y ciudadanas?

Los Cambreleng y compañía que se atreven a hablar del “triunfo de las pistolas” (pobre Odón Elorza, padre del brillante proyecto donostiarra, vinculado a la tolerancia, a la pacífica convivencia), ¿por qué no reconocen que frente al trabajo mucho más dilatado en el tiempo de Córdoba o San Sebastián -que dispusieron además de una dirección mucho más profesionalizada-, nuestra candidatura, la de Las Palmas de Gran Canaria, fue improvisada a última hora, mal planificada y mal dirigida, además de mal dotada económicamente, una mera apuesta electoralista de un gobierno municipal a quien la ciudadanía puso nota, un rotundo suspenso, el 22 de mayo? Y que no teníamos, y lo sabían, la menor opción de ganar.

Pero lo más sencillo era despejar el balón, cuestionar el veredicto del jurado, aprovechando el cambio de alcaldía en San Sebastián, aunque ello supusiera poner al pie de los caballos el proyecto de Odón Elorza y despreciar a la pluralidad humana, ideológica y política (recordando que el 76% de los electores donostiarras no votaron a Bildu) que constituye la ciudadanía de la urbe ganadora, que está muy por encima de quien circunstancialmente gobierne.

Curiosamente, el ex alcalde Elorza ("La ciudad necesitaba dos cosas: ilusión colectiva y elementos de confianza para conseguir una paz digna") y Antonio Basagoiti, máximo dirigente del PP vasco (pidiendo que no se castigara doblemente a los donostiarras), han realizado unos discursos mucho más mesurados y racionales, en las antípodas de los disparates de muchos de sus compañeros, socialistas y conservadores, en el resto del Estado; y de numerosos periodistas, también.

No obvio el problema de las dudas que suscita Bildu y los interrogantes sobre cómo va a desarrollar el proyecto ganador de la capitalidad cultural europea, que se apoyó en el lema ‘Olas de energía ciudadana. Cultura para la convivencia’. Mucho van a tener que aprender y, sobre todo, cambiar en sus pensamientos y prácticas, para evitar sus tics más excluyentes y esquemáticos, que poco tienen que ver con un nacionalismo acogedor e integrador.

Pero no es menos cierto que pocas lecciones pueden dar quienes, desde su mal perder, estos días han mostrado un comportamiento pueblerino, ombliguista, irracional, mezquino y políticamente manipulador y sectario. Un comportamiento que sólo alimenta las bajas pasiones y la ‘vascofobia’, y que se aleja de cualquier atisbo de reflexión constructiva y crítica. Lo que, en definitiva, les descalifica para ser distinguidos con medalla cultural alguna.

Enrique Bethencourt

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miércoles, 15 de junio de 2011

¿Indignados o complacientes?

Considero imprescindible la rebeldía frente al actual estado de cosas. No es razonable permanecer impasibles frente a los 300.000 parados que tenemos en las Islas. Ni considerar normal el 50% de desempleo juvenil, invitación a la desesperanza y a la emigración, como antaño.

No es de recibo este sistema electoral canario profundamente antidemocrático, ni estos apaños que hacen ganadores a los perdedores y perdedores a los que obtuvieron mayor apoyo ciudadano. Ni natural la progresiva descapitalización de los servicios públicos, claves para alcanzar mayores niveles de equidad, por parte de quienes tienen el recurso a la educación y a la sanidad privadas.

Aunque fuera sólo por eso habría que saludar el movimiento social iniciado el 15-M que dio lugar después a los campamentos de los indignados, una heterogénea movilización de rechazo a los muchos males de esta democracia imperfecta y de este capitalismo con rostro cada vez más inhumano.

Tiene el valor que tiene, como tuvo su limitado valor las movilizaciones sindicales contra la reforma laboral y el conjunto de medidas antisociales adoptadas por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Realizadas en el peor momento, sin perspectiva alguna de alcanzar los objetivos de frenarlas, con gente desmoralizada o enfadada con la actitud ante la crisis de los sindicatos, así como otras muchas personas temerosas de perder su puesto de trabajo si apoyaban la huelga.

En este caso, el del 15-M, nos encontramos ante las incógnitas que abre un movimiento de nuevo tipo, que no sabemos cómo seguirá avanzando o si se consolidará o no como una fuerza social con peso, con amplios apoyos ciudadanos.

Pero los indignados no me hacen olvidar que gran parte de la ciudadanía no parece estarlo tanto, por mucho que los estudios sociológicos digan que son mayoría los que comprenden e incluso comparten las razones de los acampados.

En Canarias, sin ir más lejos, lo confirman, en mi opinión, los datos de las recientes elecciones autonómicas y locales.

Los partidos que han apoyado la reforma laboral, la congelación de las pensiones y las otras medidas de recorte social en el Congreso de los Diputados y el Senado (PSOE y CC), junto al que ha estado de acuerdo con todas ellas (las votara favorablemente o no) y, si pudiera, introduciría decisiones aún más antisociales, el PP, suman en conjunto el 77,71% de los votos, unas 700.000 personas, y suponen, en escaños, el 95% del Parlamento de Canarias.

Los que se oponen a las mismas, significan poco más de 135.000 votos, los 82.318 de NC (la única con presencia en el Parlamento, con tres escaños), los 19.372 de ACSSP, los 18.777 de Los Verdes y el más disgregado de pequeñas y variadas formaciones. Aún sumando blancos y nulos -que pueden obedecer a razones muy diversas, que nadie se los apunte a su particular bolsa- y que en esta ocasión llegaron a las 50.000 papeletas, son menos, muchos menos, que los aparentemente conformes con las políticas que se vienen aplicando.

Pero es más, las formaciones que integraron el Gobierno de Canarias en casi toda la legislatura, PP y CC, responsables del empleo (o del galopante paro, como prefieran), la educación, la sanidad, la dependencia o las energías (no) renovables en nuestras Islas, aúnan 514.564 papeletas, el 56,93%.

Y suponen, con sus 42 diputados, el 70% de la cámara autonómica. Lo que parece indicar, guste más o menos, un refrendo a las políticas que se han venido aplicando estos años.

No pretendo ser pesimista ni derrotista, sino pisar tierra, saber dónde y cómo estamos, que es la mejor manera de afrontar una realidad harto compleja, una situación muy difícil para todos los hombres y mujeres que pensamos en claves de mayor equidad social, de más democracia y menos poder omnímodo de los mercados, y que hoy somos minoría.

Lo otro, el no reconocer el profundo conservadurismo que anida en esta sociedad, el amplio consenso social que rodea a los que han puesto en marcha y/o han apoyado de forma entusiasta esta demolición controlada del Estado del Bienestar, así como la enorme debilidad de quienes se oponen al actual programa neoliberal, no conduce a ninguna parte. Salvo a la melancolía.

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