Las primarias, como las pistolas, las carga el diablo. Y a los socialistas, aquí y en la metrópoli, estos singulares procesos democráticos se les vienen atragantando hasta límites insospechados.
La derrota del oficialismo en Madrid constituye una buena muestra de que no siempre salen las cosas como el aparato quiere; que, a veces, las bases salen respondonas. Pero a Tomás Gómez no se le ha ocurrido fusilar a quienes apoyaron a Trinidad Jiménez, disolver los comités locales de los municipios díscolos con su liderazgo ni solicitar a Zapatero que releve a su contrincante en las primarias al frente del Ministerio de Sanidad, ayer, o del de Exteriores en estos momentos.
Sin embargo, en Canarias sí que han organizado una purga al más viejo estilo estalinista, aquel que pregonaba que el partido se fortalece depurándose. La disolución del comité local de Santa Cruz de Tenerife y la imposición de una gestora a nivel insular pocos meses después de elegirse esta en un congreso, parecen decisiones poco meditadas, o planificadas por el enemigo, que tendrán gravísimas consecuencias políticas y electorales.
Suponen, en mi opinión, una enorme torpeza, así como la presencia de unos peligrosos resabios antidemocráticos, que contribuyen a la desmoralización de los sectores progresistas en Tenerife y en el conjunto de Canarias. Parece que Juan José Millás se refería a nuestra tierra cuando dijo que “la primera condición para ser dirigente es no ser idiota. La segunda, no tratar a los demás como idiotas. Durante la resaca de las primarias, los dirigentes socialistas están incumpliendo las dos.”
A nadie se le oculta que el PSC-PSOE gozaba de una excelente oportunidad en la capital santacrucera, visto el profundo desgaste de Miguel Zerolo a lo largo del mandato, que se ha visualizado como una etapa de auténtica parálisis en la corporación, y los problemas que atraviesan los otros grupos de la oposición municipal.
Sin embargo, parece que CC está destinada a ganarlas siempre. Primero, José Manuel Soria les allana el camino defenestrando a Ángel Llanos, un valor electoral en alza, igual que en el pasado hicieron con Guillermo Guigou; ahora, los socialistas postprimarias aplican la política de tierra quemada en sus propias filas y se hacen el haraquiri, renunciando a derrotar a CC.
Si con ello lo que pretenden es acercarse a las huestes coalicioneras y facilitar el acceso socialista a un futuro Gobierno de Canarias tras las elecciones de mayo, se trata de pésimas formas que, encima, no garantizan ningún éxito en la misión, como sucedió en el pasado con Jerónimo Saavedra o Juan Carlos Alemán, condenados, pese a su amable trato hacia ATI, a una larga travesía del desierto.
En ese contexto, una frase del comunicado oficial del PSC-PSOE tras el linchamiento en plaza pública de los críticos –“Los socialistas canarios muestran su preocupación por la actual situación de evidente desencanto de la ciudadanía respecto a la política”- parece un ejercicio de nada sutil desfachatez; primaria, por supuesto.
Enrique Bethencourt
Nos mudamos de sitio
Hace 10 años
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