He tenido estos días la oportunidad de participar en una interesante experiencia educativa, ‘Abre tus ojos’, dirigida a la sensibilización de estudiantes de Secundaria en torno al fenómeno del acoso escolar, la violencia entre iguales o, más internacionalmente, el ‘bullyng’, iniciativa patrocinada por la Concejalía de Educación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.
Mediante una obra de teatro, interpretada a gran altura, se nos transmite emocionalmente la situación de una madre que trata de analizar las razones que le impidieron ver el drama por el que atravesaba su hijo en la escuela, el insufrible calvario cotidiano que le llevó a la muerte.
Cierto es que se trata de un caso extremo, afortunadamente minoritario, pero su crudeza y, sobre todo, los interrogantes maternos sobre la dificultad para darse cuenta sobre la gravedad de lo que estaba sucediendo, la impermeabilidad del muro que en muchas ocasiones desarrollan los adolescente, constituyen un instrumento muy interesante para abrir el debate.
Un debate posterior a la representación teatral, en el que, muy acertadamente, se cuenta con la participación de expertos de diversos ámbitos (psicología, trabajo social, judicial o policial) y en el que el alumnado puede expresar abiertamente sus dudas, preocupaciones y temores.
Cuando hablamos de acoso escolar hay que señalar, en primer lugar, que en modo alguno se trata de un fenómeno nuevo. Las confederaciones de APAs, profundas conocedoras de la realidad de los colegios e institutos, destacan que hoy existe “una mayor sensibilidad social hacia todas las formas de violencia, lo cual es un signo de madurez de nuestra sociedad. No hay más casos de violencia escolar que hace una década, a pesar de que quizá se hayan podido incrementar los episodios de indisciplina y falta de respeto”.
Siempre ha existido, aunque hoy puede incluir nuevas modalidades como el ciberacoso o la grabación en móviles de los hechos. Además, suele afectar a un porcentaje muy reducido de la población escolar en nuestros centros educativos. Pero no por ello deja de ser importante, por el sufrimiento que causa y por hacerlo justo en la etapa en que se están conformando las personalidades de los menores.
Las formas del mismo van desde el hostigamiento a la exclusión social, pasando por la coacción, la intimidación o las amenazas a la integridad. Se apunta en numerosos estudios que hay un 5% de potenciales acosadores y un 15% de potenciales víctimas. Los expertos destacan que determinadas circunstancias pueden modificar esos porcentajes al alza. Por ejemplo, el incremento de población escolar extranjera puede hacer que una parte se convierta en objetivo de los acosados (y que algunos se incorporen al grupo de los acosadores).
Indican, igualmente, que en los acosadores podemos apreciar una actitud dominante y una falta de empatía con los otros. Influyen en ello muchos factores, desde una educación sin valores democráticos, autoridad ni límites, hasta el hecho de ser víctimas de malos tratos en el ámbito familiar. En las víctimas se pueden dar muchos condicionantes, por ejemplo los signos físicos diferenciados extremos: muy gordo, muy bajito; la presencia de una discapacidad o, como pudimos observar en las sesiones desarrolladas estas semanas, la pervivencia de actitudes homófobas entre los escolares.
Es interesante constatar la relación existente entre acoso y género. En un estudio desarrollado por la Universidad de Castilla La Mancha se concluye que “también se ha demostrado que existen diferencias en puntuaciones de masculinidad y feminidad entre víctimas y agresores, con un predominio del rol masculino entre los agresores, independientemente del sexo biológico de estos, confirmándose la relación entre masculinidad y comportamiento agresivo entre estudiantes de Primaria”.
Ante la detección de una situación de acoso escolar hay que intervenir en varias direcciones. No sólo sobre víctimas y acosadores, sino también y de manera muy relevante con los neutrales (los espectadores), generando un espacio de reacción, de rechazo ante este tipo de actitudes; si la masa neutral se moviliza ocurren cosas; y si jalea o mira para otro lado, también. De muy distinto signo en uno y otro caso.
Es imprescindible, sin duda, una actitud combativa frente a la minimización del acoso, sin caer, por supuesto, en discursos alarmistas. No hay que olvidar que una parte de los chicos y chicas que sufren acoso pueden terminar con secuelas serias que pueden arrastrar en su vida adulta. Y que algunos de los acosadores pueden terminar extendiendo su negativo papel a otros contextos, como las relaciones de pareja.
Aunque lo esencial es, en cualquier caso, la prevención, la educación en valores, el rechazo a la violencia, el aprendizaje en torno a la resolución pacífica de los conflictos. Por eso, la relevancia de iniciativas como la que representa ‘Abre tus ojos’.
Enrique Bethencourt
Nos mudamos de sitio
Hace 10 años
Estoy completamente de acuerdo con lo expuesto en este interesante artículo por el Sr. Enrique, y quiero puntualizar que no hay que enmascarar, ocultar ni minimizar cuando se da un caso de acoso. En eso el profesorado tiene y debe estar alerta y como digo, atajar el problema desde el principio. No se puede andar con contemplaciones ni titubeos. Puede que llegue el día que prevalezca la educación, en todos los sentidos.
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