lunes, 18 de octubre de 2010

Solidarios, claro que sí

Hace unas semanas el secretario general de Naciones Unidas, Ban ki Moon, llamó a los líderes mundiales a no desviar la ayuda para los pobres para fortalecer sus propias finanzas, en medio de la leve recuperación económica mundial del último período.

Lo hizo en el marco de la cumbre celebrada en Nueva York para revisar los Objetivos del Desarrollo del Milenio lanzados hace una década por la ONU para ser cumplidos en 2015. Países ricos y pobres se comprometieron entonces a unir sus esfuerzos para lograr los Objetivos del Milenio para el desarrollo. Que van desde erradicar la pobreza extrema y el hambre hasta lograr la educación primaria universal; pasando por promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, reducir la mortalidad infantil o mejorar la salud materna.

A cinco años vista de la meta fijada por Naciones Unidas el cumplimiento de los objetivos es muy irregular y se está todavía bastante lejos de erradicar la pobreza en el mundo. Las cifras de la pobreza en el mundo obligan a reflexionar sobre qué mundo estamos construyendo y en dónde quedan los rasgos de humanidad. La mayoría de la población del Planeta se encuentra completamente al margen del bienestar. Ese que disfrutamos en los países en que contamos con educación universal o sanidad pública y en los que la pobreza está a años luz de la que se padece en el tercer mundo.

Les recuerdo algunas de esas cifras de la pobreza, según datos oficiales de la ONU: un niño de cada cinco no tiene acceso a la educación Primaria; 876 millones de adultos son analfabetos, de los cuales dos tercios son mujeres; cada día, 30.000 niños de menos de 5 años mueren de enfermedades que hubieran podido ser evitadas; más de 500.000 mujeres fallecen cada año durante el embarazo o en el parto; más de 1.000 millones de personas no tienen acceso a agua potable; y 2.800 millones de personas, es decir, cerca de la mitad de la población mundial, viven con menos de 2 dólares al día.

Frente a esa realidad podemos esconder la cabeza bajo el ala, mirar para otro lado o, como predica Ki Moon actuar para tratar de cambiarla, construyendo entre todos un mundo más justo y solidario. Eso implica actuaciones individuales, como hemos visto en muchas ocasiones con la solidaridad desplegada por miles de ciudadanos ante catástrofes en distintas partes del Planeta. Pero supone sobre todo actuaciones de los Estados, en especial los que más tienen, que deben hacer de la ayuda al desarrollo un elemento esencial de sus agendas.

Lo pueden plantear hasta por razones egoístas, para evitar masivos movimientos migratorios al no existir esperanza alguna de vida digna en sus tierras de origen. O por razones de solidaridad o de humanismo cristiano o agnóstico. Lo que no vale es el discurso facilón de “primero nosotros” y los otros que esperen. Entre otras cosas, porque mal nos iría a los canarios de aplicarse en su literalidad esos planteamientos. Hagamos un poco de memoria.

En los años 90, cuando Alemania afrontaba los costes de la unificación y en Alemania de Este había más de un 20% de paro e infraestructuras calamitosas, heredadas del régimen comunista, el estado germano destinó decenas de millones de marcos de entonces para ayudas a la Europa menos desarrollada, lo que nos benefició directamente a los canarios. Muchas de las infraestructuras de las que hoy disfrutamos son producto de esa ‘generosidad europea’. No tendríamos las carreteras que tenemos ni los aeropuertos. Y nuestros hospitales, por cierto, siguen siendo hoy mejores que los de Alemania del Este.

Hay que recordar que Canarias, región ultraperiférica de la Unión, recibe tres tipos de ayudas diferentes Fondos Europeos, ayudas POSEICAN para el sector agrícola y ayudas de estado de finalidad regional. Para el actual período 2007-2013 recibiremos de estos fondos nada más y nada menos que 1.490 millones de euros, es decir, 213 millones de euros al año. A los que hay que sumar lo procedente de la participación en programas operativos multirregionales.

Es verdad que esta cifra es menor a la recibida en el período 2000-2006, porque hemos mejorado nuestro PIB y porque la ampliación supuso la entrada de países más pobres. Entonces, cuando Canarias era considerada Objetivo 1, es decir, región subdesarrollada por tener una renta per capita inferior al 75% de la renta media comunitaria la aportación europea era el doble.

El total recibido por Canarias en 7 años, entre el 2000 y el 2006, a través de su Programa Operativo Integrado propio ascendió a 2.943,5 millones de euros. Esto supone que Canarias recibió anualmente 420,5 millones de euros, es decir, 70.000 millones de las antiguas pesetas al año. Además, el POSEICAN contiene una importantísima línea de ayudas al sector agrícola y a la industria agroalimentaria local.

Resumiendo, las ayudas recibidas por Canarias al año son las siguientes: Fondos Europeos: 213 millones de euros al año; POSEICAN: 268,4 millones de euros al año; beneficios fiscales por incentivos del REF: 1.196,8 millones de euros en el año 2009. Es decir, que Canarias recibe 1.678,2 millones de euros de la Unión o estos se quedan en Canarias por autorización de la UE cada año.

¿Por qué Alemania o Francia aportan para beneficiar a las regiones menos favorecidas de Europa?

¿Por qué no dedican las perras a sus parados, a sus pobres, a sus marginados?

¿Qué ‘palo’ supondría para Canarias y para su gente semejante actitud, digamos, poco solidaria?

Los discursos en boga contra los programas de ayuda al desarrollo, contra la solidaridad se caen por su propio peso, por mucho que encuentren eco y aplaudidores. Carecen de argumentación; y, sobre todo, son profundamente injustos e inhumanos. Como bien señala el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, "no hay un proyecto mundial de más importancia que la lucha contra la pobreza”. Y ese proyecto no puede ni debe tener fronteras.

Enrique Bethencourt

1 comentario:

  1. Sus argumentos se parecen tanto a los de Carmelo Ramirez que empiezo a verle un plumero tirajanero, dicho esto en tono de humor. Tiene usted algo por Vecindario y se le nota.
    Señor Bethencourt, la mejor solidadaridad, la más duradera, la que está demostrada histórica y científicamente es la que proviene del comercio internacional. Sólo así ha sido posible que los tigres asiáticos tiren del carro (Rusia es un caso aparte pues se basa en su riqueza de recursos naturales), mientras puedan financiar las deudas de sus clientes. Un comercio internacional libre para bienes y servicios. ¿Sería usted capaz de defender esto o le chirrían sus ejes ideológicos?

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