No coincido en casi nada en su manera de concebir el fútbol (le entusiasma el pelotazo y le aburre soberanamente el actual juego del Barcelona, justo al revés de lo que yo siento), pero reconozco compartir con el ex seleccionador Javier Clemente su opinión cuando fue interrogado sobre la declaración de determinados partidos de interés general. “¿De interés general? De interés general son la educación y la sanidad públicas”, respondió el entrenador vasco en medio de aquella polémica sobre los derechos televisivos y la denominada Ley Cascos.
Recordé aquella reflexión en voz alta del hoy seleccionador de Camerún en estos días en que el Gobierno de Canarias ha decidido declarar de interés general el partido de liga entre el CD Tenerife y la UD Las Palmas, agarrándose a nuestra condición de territorio ultraperiférico, a la fragmentación insular y a todas y cada una de nuestras especificidades.
Una situación que, al parecer, impide que decenas de miles de hombres y mujeres de todas las islas vayamos en laica y deportiva peregrinación hasta el Heliodoro a presenciar el duelo entre dos de los equipos más flojos de la segunda división.
Porque por la tele lo veríamos, aunque fuera en Canal +, como demuestran las altas audiencias de esta cadena cuando de atractivos partidos se trata, mejorando de paso los ingresos de cafeterías, bares y restaurantes; dinamizando, por tanto, el consumo y mejorando la economía del sector servicios.
Según responden desde la Liga de Fútbol Profesional, el Ejecutivo de Rivero se agarra a una Ley aprobada en 1997, pero que ya quedó sin efecto ante la entrada en vigor, en mayo de 2010, de la ley General de la Comunicación Audiovisual. Esto sería un patinazo de los servicios jurídicos, obligados a actualizarse en la materia.
Y se apunta a que sólo sería posible darlo en abierto apoquinando un fleje de millones de euros a Sogecable. Que el Gobierno, dadas las apreturas de los Presupuestos de la Comunidad Canaria para 2011, podría distraer de las sustituciones docentes o de las perras para las personas aquejadas de cualquier tipo de dependencia.
Me reconozco futbolero y seguidor desde hace cuatro décadas de la UD, pero se me antoja una impertinencia demagógica colocar al fútbol esa etiqueta de interés general que prefiero, como Clemente, le corresponda a la sanidad, a la educación o a los servicios sociales.
Seguro que pensando (y actuando) de esta forma nos iría mucho mejor como sociedad y tendríamos menos lastres culturales y sociales que los que actualmente padecemos.
Nos mudamos de sitio
Hace 10 años
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