Cuando el hasta entonces vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda, José Manuel Soria, anunció el abandono de su partido del Gobierno canario, en el pasado mes de octubre, numerosos analistas políticos se echaron las manos a la cabeza y escribieron barrancos de tinta sobre lo que consideraban como un “grave error estratégico” del líder de los populares canarios; alguno incluso sentó cátedra sobre el suicidio político que supondría para Soria su adiós al Ejecutivo que compartía con CC, lo que, decían, le pasaría una cuantiosa factura en las urnas.
Me pareció entonces que había escasez de análisis y que la decisión no era en modo alguno una infantil pataleta, una frivolidad, sino una fría y calculada actitud de alejamiento de Rivero y los suyos, aprovechando el apoyo de Coalición a los Presupuestos Generales del Estado y al conjunto de políticas de Zapatero. Y que Soria se encontraba más vivo y más activo que nunca.
Es cierto que el PP no puede escaparse de las responsabilidades compartidas con CC durante sus más de tres años de Gobierno conjunto: desde los pésimos resultados de la financiación autonómica a la absoluta inoperancia del Ejecutivo para frenar las consecuencias de la crisis económica en el Archipiélago, con esos 314.000 parados que señalaba la EPA de diciembre de 2010, pasando por los problemas de los servicios públicos o las malas relaciones con los cabildos insulares. Pero han desarrollado todas sus habilidades para tratar de no aparecer como corresponsables de los numerosos desastres de este Gobierno que nació en 2007.
A las puertas de las elecciones del 22 de mayo parece que las cosas no le van muy mal al PP y a su máximo dirigente en el Archipiélago. Las encuestas apuntan a una victoria en votos y, muy posiblemente, en escaños, lo que les convertiría en el primer grupo en el Parlamento canario.
Los sondeos señalan que su partido crece en la práctica totalidad de los territorios (al igual que Nueva Canarias, mientras retroceden socialistas y coalicioneros con relación a los anteriores comicios) y, de manera significativa, en Tenerife, donde podría mejorar mucho su presencia en municipios, sobre todo en Santa Cruz, y en el propio cabildo; curiosamente, todo apunta a un crecimiento menos relevante cuantitativamente en Gran Canaria, porque sus resultados anteriores ya fueron altos, por su todavía débil presencia en algunos de sus municipios y porque las candidaturas al ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y al Cabildo no parecen haber despertado demasiado entusiasmo ciudadano.
Los conservadores pueden ser, por primera vez, el principal partido en el ámbito autonómico –aunque es verdad que con escasa diferencia favorable en número de escaños respecto a los otros- , aunque eso no les garantice presidir la Comunidad, como ya le ocurriera al triunfante PSOE ‘juanfernandino’ en 2007, antes de que su breve líder saliera como un escoplo de estas ínsulas. Unas circunstancias, las del posible triunfo ‘pepero’, en las que influye la ola estatal, no les quepa duda, y el desgaste de una CC con la que comparten espacio de centro derecha, como se observa cuando comparamos los comportamientos de los votantes en elecciones generales y autonómicas.
En definitiva, los columnistas varios que ‘enterraron’ tan prematuramente a Soria pueden anular su más que precipitado funeral político y levantar acta de su resurrección; o, sencillamente, realizar una serena autocrítica de sus sesgados y poco sustentados análisis, que no es lo mismo pero es igual.
Enrique Bethencourt
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