A finales de mayo y en los primeros días de junio de 2007 recibí varios sms de amigos socialistas que me invitaban a participar en una concentración en el parque de Santa Catalina, en Las Palmas de Gran Canaria, para mostrar el rechazo ciudadano al inminente pacto entre CC y PP.
Consideraban (olvidando, por cierto, lo que sucedía en Cataluña, con el tripartito, o en Baleares; y obviando lo que pocos días después iba a suceder en el Cabildo Insular de Gran Canaria) que debía gobernar la fuerza más votada y con más escaños, en ese momento el PSOE juanfernandino, y que no era de recibo el pacto entre perdedores, el que encabezaban Rivero y Soria.
Mostré entonces mi absoluta decepción y contrariedad, en un artículo titulado ‘No es eso, pásalo’, en el que señalaba que el acuerdo que se iba a establecer, al margen de gustos, “es absolutamente legítimo y que, como demócrata, tengo que respetarlo, aunque no lo comparta”.
Decía entonces, y reitero hoy, que antes que nacionalistas, socialistas o ecologistas, “somos, debemos ser, demócratas. Por eso, hay que saber respetar lo que la ciudadanía decide en las urnas y, también, los posteriores pactos que se produzcan en el ámbito municipal, insular y nacional canario. En ese sentido, desde mi convicción de que ese presunto nuevo Gobierno no va a abordar con determinación ni a resolver los problemas de Canarias, pero también desde mi profundo respeto por las reglas de juego democráticas, no estaré en esa concentración y animo a las personas críticas a que tampoco caigan en la trampa. Pásalo”.
Es lo mismo que haré ahora, resuélvase como se resuelva el pacto para gobernar Canarias. Tanto si pactan PP y PSOE, harto improbable, como si se reedita el clásico entendimiento entre CC y el PP, como si, tal y como apuntan todos los datos desde hace varios meses, son José Miguel Pérez y Paulino Rivero los encargados de rubricar el texto del acuerdo.
Al igual que hace cuatro años, todo parece indicar que no va a gobernar quien recibió más apoyo popular en las urnas y que, como en aquel momento, segunda y tercera fuerza política constituirán un Ejecutivo que no creo que supere la prueba de fuego de las cada vez más inmediatas elecciones generales.
Gobierno legítimo, como el de entonces, por más que uno pueda tener dudas de que responda a las auténticas necesidades de estas Islas y que contribuya a resolver sus graves problemas, que son muchos. Por diversas razones, entre ellas el penoso espectáculo que estos días unos y otros, socialistas y coalicioneros, coalicioneros y socialistas, han dado respecto a los pactos: ni una palabra de programa, acciones políticas o prioridades, sólo reparto de puestos en ayuntamientos, cabildos y Gobierno. Contribuyendo a alimentar la legión de indignados, dentro y fuera de las acampadas.
Como ven, se parece, muy mucho, a lo sucedido tras los comicios autonómicos de 2007. Eso sí, estoy convencido de que, en esta ocasión, mis amigos socialistas, influidos por la profunda crisis económica, entregados a las políticas de ajuste, se ahorrarán el gasto y no me enviarán un mensaje de móvil sobre las maldades intrínsecas del Gobierno de los perdedores y la necesidad de movilizarse públicamente contra él. Repásalo.
Ya lo he comentado varias veces, parece que todo el mundo olvidó lo que hizo el PP en las últimas elecciones. Ahora, como dice el dicho, donde las dan las toman. Tanto el PP como el PSC han tenido en la última legislatura una oportunidad única de hacer muchas cosas, una muy importante la reforma electoral. Ahora toca hacer el baile del san Vito. Pero no creo que esté todo dicho, de aquí a marzo seguramente donde están unos estarán los otros. Sí, es verdad que esto es democracia, pero una democracia light creada y preparada por los que nos mandan, donde los votos son de diferentes divisiones y donde los mandamases solo buscan la poltrona.
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