lunes, 21 de septiembre de 2009

Baño de microbios

Nos han tenido atemorizados a lo largo de todo el verano con la proliferación de noticias, a cual más alarmante, en torno a la pandemia de la gripe A. La información sobre el progresivo incremento de afectados y el creciente número de fallecimientos, casi siempre con la presuntamente tranquilizadora coletilla de “personas que ya padecían patologías previas”, han extendido el miedo entre la población.

Y, asimismo, aumentado la venta cuasi clandestina de tamiflú, para satisfacción de Donald Rumsfeld, ex secretario de Defensa de Bush y padre de las guerras de Afganistán e Irak, directivo de la farmacéutica que lo fabrica. Está pasando igual que en la postguerra española, cuando el contrabando de penicilina enriqueció a más de uno. Eso sí, ahora se lleva a cabo a través de Internet, que la modernidad llegó con intención de quedarse.

Estos días, compruebo en distintos lugares las miradas desaprobatorias que reciben las personas que estornudan en espacios colectivos, víctimas probablemente de un simple resfriado o de alguna de las abundantes alergias, convertidas en sospechosos de ser maléficos propagadores del virus que puede mandar al basurero de la historia a besos y efusiones varias.

Esta gripe, inicialmente porcina (del cochino, chancho, cerdo, gorrino, puerco y similares), ahora AH1N1 o, más simplificadamente, gripe A, ha obligado a la actuación coordinada de las administraciones sanitarias central y autonómica, a que se aprueben protocolos de actuación en los centros escolares y a que se multiplique el uso del jabón y de los pañuelos, cuyos afortunados fabricantes van a salir antes de la crisis.

Aunque difícilmente, al menos por el momento, consiga acabar con esa fea costumbre de escupir en la calle; lo constato todos los días en mi ciudad, con los varones como casi exclusivos protagonistas. En mi niñez y hasta mitad de los años setenta, las guaguas aún colgaban carteles prohibiéndolo explícitamente, junto al fumar o hablar con el conductor. Habrá que seguir insistiendo.

Claro que también Luis Carandell, en su magnífico libro Celtiberia Show, nos mostró algún singular letrero de la España de finales de los sesenta, como aquel que rezaba, textualmente, Se proibe mehar en el ascensor, que las haches son por naturaleza muy caprichosas y las ganas de orinar, por lo que parece, también.

Algo hemos avanzado desde entonces, pero mucho me temo que no lo suficiente. En limpieza y en urbanidad, aunque se empeñen en desmentirlo el aspecto que presentan muchas de nuestras calles por los excesos del club de enemigos de las papeleras y por las deposiciones caninas; y no sé si en ortografía.

Por cierto, ya apenas nos acordamos del pánico que suscitó la gripe aviaria, inicialmente del pollo, que se presentó como la pandemia del siglo y del milenio. Recuerdo que cada vez que observaba a un ave sentía que me saltaban todas las alarmas, mucho más que tras ver Los pájaros, la famosa película de Alfred Hitchcock.

Millones de aves murieron o fueron sacrificadas y el tamiflú apareció como el gran remedio y el suculento negocio. Tras una sobredosis informativa, la influenza aviaria dejó de interesar a los medios de comunicación.

Y en pocos años pasamos de preocuparnos de la gripe del pollo a hacerlo con la del cochino, aunque este animalito tuvo mejor suerte y rápidamente se generalizó la denominación de gripe A, enfermedad que, según los últimos datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha causado 3.500 muertos y casi 300.000 personas infectadas en todo el mundo.

Por si fuera poco, ahora un estudio estadounidense, de dónde si no, advierte que las cotidianas y revitalizantes duchas pueden constituir un serio riesgo para nuestra salud. En efecto, investigadores de la Universidad de Colorado, señalan que en un análisis al respecto se verificó que un 30% de los cabezales de ducha albergaban significativos niveles de Mycobacterium avium, bacteria que, por lo que parece, afecta a las personas con problemas en su sistema inmunológico.

Los sesudos investigadores concluyen que al ducharnos corremos el riesgo de respirar una dosis elevada de esos microbios -bichitos, como diría el ínclito ministro Sancho Rof-, al expandirse fácilmente por el aire. Es decir, que podemos salir de la ducha literalmente enchumbados en bacterias, por fuera y por dentro de nuestro cuerpo.

Son, sin duda, ganas de fastidiar al personal, con una fuente más de preocupación higiénico-sanitaria que añadir a nuestra larga lista de temores en este mundo tan inseguro.

O, tal vez, el objetivo oculto de la encarnada universidad es ofrecer científica coartada a los pocos enemigos de la higiene personal que todavía nos quedan por aquí. A los guarros sin gripe, que haberlos, haylos.

2 comentarios:

  1. Del mismo modo que nunca se me ocurriría vacunarme contra el ébola, considero absurdo vacunarme contra la gripe"A", creo que es una estrategia comercial. Los productores de naranjas deben estar al loro y recalcar los supuestos milagros de la vitamina C, contra la gripe común ¿ Estrategia comercial lo de la vitamina C ?. Hasta ahora no se ha demostrado el caracter preventivo del ácido acsórbico contra la citada gripe.

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  2. En relación al "Virus persistente" -Sr. Ramsfeld- , cual fue mi sorpresa cuando a finales de julio (en uno de los muchos documentales sobre el aniversario del alunizaje) le encuentro con 36 años como jefe de gabinete de Nixon, acompañado de otros que conjuntamente constituyen la plaga macrobiana más destructiva que haya conocido la humanidad en los últimos 40 años (Kisinger, Haig y otros famosos de la CIA, FBI y el Pentágono cuyo nombre no recuerdo). Fue, además, el encargado de hablar con Stanley Kubrik para que en sus estudios cinematográficos de Londres preparara las imágenes "reales" o "sustitutas" del "alucinaje". Ese hombre, intuyo, debe haber estado en todos los fregados del último cuarto del siglo XX, y comienzos del XXI, con republicanos y demócratas, siempre en el ajo, siempre en el supositorio. ¡Qué dolor!

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