Decía la vieja canción de Víctor Jara que “los derechos humanos se violan en todas partes; en América Latina, domingo, lunes y martes”, aunque golpistas y verdugos varios no creo que descansaran el resto de la semana en su peculiar y aniquiladora tarea.
El propio cantautor chileno fue víctima de la brutalidad de los seguidores de Augusto Pinochet, siendo torturado y asesinado en el estadio Nacional de Santiago pocos días después del golpe del 11 de septiembre de 1973.
Estados Unidos fue determinante en la preparación del clima previo y en el triunfo de ese levantamiento militar contra el Gobierno del socialista Salvador Allende, al igual que jugó un papel decisivo en otras dictaduras latinoamericanas posteriores, que sembraron de muerte, desapariciones y exilio el cono sur del continente.
Muchos años antes, en los cuarenta, Roosvelt había definido muy bien las relaciones con los sátrapas que a sangre y fuego dirigían sus naciones, manteniendo en la miseria a la mayoría de sus gentes y aplastando cualquier intento de oposición política, con aquella profunda definición sobre el dictador nicaragüense Tacho Somoza padre, calificado por el entonces inquilino de la Casa Blanca como un “hijo de perra, pero nuestro hijo de perra”.
Evoqué esas circunstancias con motivo de la reciente visita a la República Popular China del actual presidente estadounidense, Barack Obama. Pese a las múltiples denuncias por violaciones de los derechos humanos, la ausencia de libertades políticas y las duras restricciones al trabajo de los medios de comunicación y al acceso a Internet, la reprimenda a los dirigentes chinos no pasó de un suave tirón de orejas, de una llamada de atención.
Bien distinto a lo que desde Estados Unidos y la Unión Europea se exige de Cuba, que si pretende recibir un trato adecuado debe abrir su régimen, posibilitar la pluralidad y realizar una transición democrática y hacia el capitalismo.
Y, mientras tanto, se le sigue sometiendo al bloqueo, que sólo ahonda las dificultades de su población, que a los errores económicos de un estado burocratizado y funcionarial, completamente ineficiente, suma las consecuencias de la agresión de su poderoso vecino.
Sin embargo, China puede continuar con su peculiar modelo de capitalismo dirigido por un partido único que se denomina comunista y que impide cualquier atisbo de disensión social. No hay que olvidar que va camino de convertirse en la segunda potencia económica del Planeta y que Estados Unidos tiene en el gigante asiático a su principal acreedor.
Estamos hablando, además, de un mercado de 1.300 millones de habitantes que no ha hecho más que crecer económicamente en el período reciente. Con semejantes intereses por medio es preciso poner sordina a las críticas sobre temas menores.
Y por eso allí, entre operaciones comerciales, entre dólares y yuanes, los derechos humanos ven restringido su espacio y su vulneración pasa prácticamente desapercibida. La hipocresía, en cambio, brilla con el mayor de los esplendores.
Otro tanto ha sucedido con la activista saharaui Aminatou Haidar, expulsada ilegalmente por el Reino de Marruecos del Sáhara Occidental y forzada a trasladarse a Lanzarote, donde en su aeropuerto lleva más de dos semanas en huelga de hambre, deteriorando gravemente su salud y poniendo en riesgo su vida.
Haidar es el pacífico símbolo de un pueblo que lleva décadas esperando que se cumplan las resoluciones de Naciones Unidas sobre su legítimo derecho a decidir su futuro. Pero una vez más los estados, entre ellos España, se pliegan a los intereses del reino alauita y miran hacia otro lado ante las violaciones de los derechos humanos por una monarquía que es, eso dicen ellos mismos, ‘hermana’ de la española.
Nos mudamos de sitio
Hace 10 años
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