La noticia recogida estos días por los medios de comunicación no tiene el menor desperdicio: la oficina del defensor del menor de Polonia investigará si los teletubbies “fomentan comportamientos homosexuales”. Dipsy, Laa-laa, Poo y Tinky Winky se la juegan y podrán terminar siendo censurados si se confirman las sospechas de estos integristas occidentales católicos, apostólicos y polacos.
Durante años, mientras mis hijos fueron pequeños vi con ellos muchas veces los teletubbies, tiernos y juguetones personajes alejados de la violencia tan presente en las programaciones para niños. Y, seguramente porque mi mente es menos perversa que la de los inquisidores polacos, no se me ocurrió plantearme si promocionaban la homosexualidad, la monogamia, la castidad o la vida placentera y sin trabajo.
Serán sesudos psicólogos polacos los encargados de analizar si los teletubbies salieron clandestinamente del ropero y están aprovechando el infantil espacio para ganar adeptos hacia su orientación sexual. El más sospechoso es Tinky Winky, que usa un bolso de mujer y que podría ser eliminado, al modo y manera en que la Unión Soviética borraba de las fotos a los purgados por el régimen estalinista o que el ABC convertía las ikurriñas en irreconocibles banderas. Y si la cosa funciona, si los psicólogos concluyen que es mejor quitarlos de la programación para no contaminar las infantiles mentes, otros dibujos animados pueden correr la misma suerte y colocarse bajo el ojo del religioso Gran Hermano de las correctas opciones sexuales.
Los primeros en caer, no les quepa la menor duda, serán Blas y Epi, a los que no se les conoce relación con mujer alguna, y que conviven bajo el mismo techo, como pareja de hecho o tal vez casados tras la aprobación de la ley que posibilita los matrimonios gay en España. O el Oso Yogui y Bubu, que vaya usted a saber que oculta relacionen mantienen en la cueva del Parque Yellystone.
A este paso, Polonia se convertirá en un régimen integrista que poco tendrá que envidiar al Irán de los ayatollah, eso sí, con el fundamentalismo católico sustituyendo al islámico. Pero con las mismas consecuencias: la falta de libertad, los dogmas, las imposiciones, las verdades absolutas, la ausencia de respeto a las distintas opciones sexuales y, en definitiva, la negación de la sexualidad, limitada a la procreación.
Y mientras eso ocurre en un país de la Unión Europea, nuestros niños y niñas seguirán teniendo fácil acceso a video juegos, como el San Andrea, que les enseña a romper mobiliario urbano, atracar coches, agredir a mujeres o asesinar por el placer de matar; toda una escuela de valores cívicos que estoy seguro que a los modernos inquisidores les preocupa menos, mucho menos, que con quién comparte uno cama y afectos.
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Hace 10 años
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