miércoles, 31 de agosto de 2011

El nacionalismo canario y las generales

Todo apunta a que Coalición Canaria y Nueva Canarias han iniciado conversaciones para tratar de alcanzar un acuerdo para las adelantadas y casi inmediatas elecciones generales del 20-N. Las del cambio de ciclo y la llegada al poder de una derecha sin complejos, por mucho esfuerzo que hagan ‘conRubalcaba’ o ‘sinRubalcaba’, intentando guiños a la izquierda tras hacer políticas abiertamente de derechas hasta el último día de la legislatura.

No se trata, al parecer, de la mil veces mediáticamente anunciada y tantas otras veces rechazada unidad del nacionalismo canario, a través de sus organizaciones más representativas (el CCN ignaciano tiene mucho menor peso militante, político y electoral y su nacionalismo es, como mínimo, confuso-difuso), sino de algo mucho más modesto: un mero acuerdo electoral.

Lo otro, la confluencia orgánica, no está en la agenda y, además, es muy posible que, como sucede en Euskadi o Cataluña, en las Islas convivan varias formaciones nacionalistas con diferentes concepciones ideológicas.

Por otra parte, el posible entendimiento electoral para el 20-N permite a cada formación mantener su identidad política propia, como sucede en Cataluña con la Entesa, donde confluye toda la izquierda catalana en las elecciones al Senado; y pese a ello nadie confunde a Iniciativa con el PSC.

El líder canario del PP, ex vicepresidente del Ejecutivo y aspirante a ministro, José Manuel Soria, a través de Twitter, ponía recientemente en cuestión este posible entendimiento. Y razones tiene para estar preocupado, porque, de producirse, cambiaría sustancialmente el reparto de escaños al Congreso.

De concurrir por separado, CC alcanzaría representación por la circunscripción de Santa Cruz de Tenerife y sólo Nueva Canarias tendría posibilidades, con muchas dificultades, de lograr representación por la de Las Palmas.

Pero se correría el riesgo de que no fuera así y que 80.000 o más votos nacionalistas, de la suma de ambas fuerzas, fueran directamente a la papelera. Fracaso del que se podrían alegrar mucho los estatalistas de las más diversas corrientes, pero no los que se sienten nacionalistas.

De hacerlo conjuntamente garantizarían, al menos, un escaño en las islas orientales, con abiertas posibilidades de pelear por el segundo; y por obtener representación en el Senado en Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura. Y el PP de cinco o seis escaños, si los nacionalistas van separados, pasaría casi con toda seguridad a cuatro si se produce el acuerdo. Lógica y nada gratuita la preocupación de Soria, repito.

A nadie que siga la vida política canaria se le esconden las diferencias que ambas formaciones mantienen en numerosos asuntos, desde el sistema electoral a la financiación autonómica. Y que se visualizan en las instituciones, especialmente en el Parlamento de Canarias, con CC apoyando al Gobierno de coalición que mantiene con el PSC-PSOE, y NC en la oposición; pero también en las desavenencias en distintos ayuntamientos de Gran Canaria en los que NC fue la fuerza más votada y no gobierna porque CC lo impidió, llevándoles al esperpento de posibilitar el regreso de PP y CIUCA al frente del consistorio teldense; así como en el Cabildo y otros ayuntamientos, multiplicando gratuitamente el poder del PP en la isla redonda, con consecuencias a corto, medio y largo plazo.

Paulino Rivero y Román Rodríguez tienen una oportunidad para mostrar su altura política, pese a los obstáculos que les pondrán minoritarios sectores de sus respectivas formaciones, incapaces de comprender y valorar lo que está en juego en este período histórico. O con dificultades para superar heridas recientes, más o menos abiertas, como las de la campaña de las pasadas autonómicas y locales.

Estoy convencido de que las circunstancias que atraviesa hoy Canarias, con casi el 30% de su población activa en paro, con una enorme destrucción de su tejido empresarial, con una financiación autonómica que nos discrimina claramente frente a otros territorios…justifican un entendimiento de mínimos en la defensa de esta tierra y de su gente en tan complicada coyuntura.

Una defensa del Archipiélago que sólo pueden asumir consecuentemente y sin cortapisas, al margen de imposiciones externas, con aciertos y errores, por supuesto, los diputados y senadores nacionalistas, como ha quedado nítidamente demostrado en las últimas décadas.

Si no, estimados lectores, hagan un esfuerzo y traten de recordar los nombres de algunos de los 13 diputados canarios que el PP y el PSC-PSOE tienen ahora mismo en Madrid, algunas de sus intervenciones y algunos de sus logros para estas Islas.

Difícil o imposible tarea, estoy seguro.

Enrique Bethencourt

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martes, 23 de agosto de 2011

‘Mouriñadas’, mucho más que una anécdota

Después de cuarenta años siguiendo el fútbol me resulta difícil sorprenderme por algo.
En el lado bueno, evoco muchas cosas: el Brasil de Pelé, el Ajax y la Holanda de Johan Cruyff, el FC Barcelona y la España de los últimos años…

O, junto a los citados, jugadores como Maradona, Beckenbauer, Zico, Platini, Zidane, Laudrup o Van Basten. Recuerdo, también, burradas de los más variados estilos. Como la criminal entrada de Goikoetxea al ‘Pelusa’ que dejó al astro argentino varios meses fuera de las canchas.

También las chuladas verbales de Javier Clemente, algunas con vergonzantes toques racistas o xenófobos. O, en fin, la singular acción de impotencia y rabia del duro defensa Iselín Santos Ovejero, entonces en el Real Zaragoza, que se lanzó contra la red y descoyuntó la portería por completo, teniendo que interrumpirse el encuentro para colocar los palos en su sitio, caliente porque le había regateado con descaro y marcado gol a su equipo un tal Edson Arantes do Nascimento.

Como me señalaba recientemente el periodista Jorge Bethencourt en Twitter, “el fútbol es un reflejo de la sociedad. Como la política. El juego sucio, la exasperación y la violencia son el signo de hoy”. Cierto, pero antaño tampoco andaban flojos, como muestran el superleñero Granada de los 70 o futbolistas como Benito, prodigioso rompepiernas muy pocas veces expulsado, por cierto.

Pero en eso del juego sucio lidera hoy claramente el ranking el prepotente técnico luso del Real Madrid. Mourinho, buen entrenador, insoportable persona de permanente gesto crispado, sobreactúa hasta convertirse en una penosa caricatura de sí mismo.

Ajeno a cualquier autocrítica, sus derrotas son responsabilidad de otro: del árbitro, de los recogepelotas, del viento… Hasta cuando su equipo juega a gran nivel, como recientemente en la supercopa, opaca ese buen fútbol bajo la cortina de declaraciones y actuaciones muy desafortunadas.

Resulta increíble que un gran club como el Madrid se ausente cuando van a entregar el trofeo al campeón de un torneo, cosa, por cierto, que no hizo el Barca en la Copa del Rey. Pero resulta aún peor que su entrenador se comporte como un vulgar gamberro, como un hooligan, como un matón de barrio, metiéndole el dedo en el ojo a Vilanova, negando la acción ante las cámaras en la rueda de prensa posterior al partido y, finalmente, señalando no conocer al agredido.

Me preocupa la impronta que este señor, aunque no sé si merece que le llamen así, está dando al Real Madrid y al fútbol español, con el silencio o la abierta complicidad del club y de algunos medios de comunicación deportivos de Madrid, aunque con las notables excepciones de Valdano, Morientes o López Iturriaga.

Porque las actitudes y los mensajes de este caudillito no son simples anécdotas, sino posturas verdaderamente peligrosas que pueden traer lamentables consecuencias de no cortarse a tiempo. Y, por lo visto, nadie está dispuesto a hacerlo, más bien todo lo contrario.

Mourinho lo envenena todo a su paso. Ha logrado que Pepe y Marcelo, así como Ramos, saquen lo peor de sí mismos, jugando como poseídos y ultraexaltados unos cuantos centímetros más allá de los límites del reglamento y generando todas las condiciones para que terminen causando una grave lesión a un rival.

Ha conseguido, igualmente, que el otrora mesurado Casillas se desquicie por completo y llegue a justificar la brutal coz de Marcelo a Cesc.

Está impulsando el juego sucio, la violencia gratuita, la bronca continua, la falta de respeto al contrincante, la ausencia absoluta de deportividad y, de paso, resquebrajando gravemente la convivencia en la brillante selección campeona de Europa y del mundo. Todo un éxito que este malcriado machito portugués destruya a la mejor selección española de la historia con la complicidad de los que, seguramente confundidos de competición, gritan ¡España, España! en el Bernabeu.

Además, ese estilo deslenguado, chulesco y navajero es aplaudido, lamentablemente por la mayoría de aficionados del Madrid, y hasta por la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, encantados, al parecer, con los modos y maneras de su técnico, apoyados en la teoría del todo vale, en la eliminación de cualquier referencia ética.

Circunstancia que me asusta aún más. ¿Qué mecanismos hacen que la gente anule su conciencia crítica, su capacidad de discernimiento entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo justo y lo injusto? ¿Qué estructuras facilitan el caudillismo y su imprescindible contrapartida, el apoyo entusiasta e irreflexivo de sus seguidores? ¿Qué circunstancias facilitan el ascenso social de personajes de semejante catadura y el rendido aplauso del resto?

No es un asunto baladí. Con semejantes planteamientos trasladados a la política, se facilitarían, sin lugar a dudas, la aparición, el ascenso y el mantenimiento de líderes autoritarios y populistas, de esa extrema derecha que va enseñando la patita y algo más en distintos países europeos.

Desgraciadamente, el estilo Mou tiene presente y futuro mucho más allá del fútbol.

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martes, 16 de agosto de 2011

La juventud católica y el Papa

Estuve en Madrid pocos días antes de la llegada de Benedicto XVI y ya se notaba en el incremento de la seguridad, en la preparación de escenarios y confesionarios, así como en el inicio de la llegada de peregrinos.

Por cierto, aunque se empeñan en denominar al evento Jornada Mundial de la Juventud, debería llamarse Jornada Mundial de la Juventud Católica, que no están ni se le esperan la enorme variedad de ideas, religiosas o laicas, que, afortunadamente, circulan entre los jóvenes de todo el mundo.

Pasa igual que cuando la Iglesia española o sus cercanías organizan alguna manifestación por la familia, sin matices, como si el resto de los mortales que no seguimos su doctrina viviéramos en hordas o tribus.

Por supuesto que el Papa y los jóvenes católicos tiene derecho a reunirse, rezar, cantar, realizar misas y hasta manifestarse, como suelen, contra el Gobierno socialista. Más dudoso es que lo hagan con dinero público (se calcula que más de 30 millones de euros) y disponiendo de institutos como albergues, con la paradoja de que muchos no están habitualmente abiertos a sus barrios y, también, que se perjudica al sector hostelero.

Pero no quería hablarles de asuntos económicos, sino de pensamientos. Inicialmente parece interesante que la gente, en este caso los jóvenes, se movilicen por sus ideas, por transformar el mundo que les ha tocado en suerte.

Pero analizando lo que el Papa y la cúpula eclesial defienden, en la teoría y en la práctica, no parece que la cosa sea para tirar voladores. Y que quede claro que diferencio esa poderosa directiva, anacrónica y ultraconservadora, de la actitud y el compromiso de cristianos en todas partes del mundo con la pobreza, con los perseguidos, con los más débiles.

Pero hay muchas cosas que me chocan. La verdad es que me resulta difícil de entender que gente joven aplauda de forma entusiasta a una organización jerarquizada y profundamente antidemocrática, donde el gran jefe es elegido por una minoría de miembros previamente cooptados. Vamos, que esto no sucede ni en los comités centrales de los partidos comunistas más cerrados y dogmáticos.

Me resulta igualmente incomprensible que se acepte la profunda misoginia de la Iglesia Católica en una sociedad del siglo XXI. ¿Se imaginan un club deportivo, cultural o gastronómico, que no permitiera a sus socias ser directivas ni presidentas?

Pues la Iglesia lo hace con total impunidad...y, encima, trata de justificarlo. Las mujeres no pueden llegar a ser, no ya a obispas o papisas, sino ni siquiera curas de base, lo que no sólo es reprochable sino con toda seguridad completamente ilegítimo e ilegal. Como bien señalaba el obispo Casaldáliga, la mujer sigue siendo fuertemente marginada en la Iglesia: en la liturgia, en los ministerios, en la estructura eclesiástica.

Al tiempo que no concibo que jóvenes o menos jóvenes comulguen con un señor que sigue prohibiendo el preservativo, marginando a homosexuales y lesbianas, planteando la sexualidad como mera actividad reproductiva o rechazando un derecho democrático tan elemental como el divorcio. Lo de la indisolubilidad del matrimonio suena, a estas alturas, a coña marinera.

Sólo me consuela pensar que muchos de esos entusiastas jóvenes pro Papa, como sucede con buena parte de los bautizados, harán poco o ningún caso en el transcurso de sus vidas a preceptos tan disparatados y a pensamientos tan discriminadores, medievales y deshumanizados; y buscarán el placer en sus relaciones, homosexuales o heterosexuales, usarán condón u otros anticonceptivos y no admitirán en modo alguno la secular marginación de las mujeres.

Dentro o fuera de la Iglesia, of course.

Enrique Bethencourt

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