jueves, 15 de octubre de 2009

Plan Canarias, ¿Gordo o Pedrea?

Comunidad Canaria, ¡25.000 millones de euros!; Comunidad Canaria, ¡25.000 millones de euros! Comunidad Canaria, ¡25.000 millones de euuurooooooos! Los dos niños de San Ildefonso, José Luis y Paulino, el primero más risueño que el segundo, cantan a coro la lluvia de millones con la que la lotería extraordinaria del Consejo de Ministros ha anegado a estas Islas.

En medio de cegadores flashes anuncian el Gordo que va a cambiar de raíz el modelo económico de las Islas y que nos hará más sostenibles y menos dependientes; sacándonos de este marasmo de paro, deficiente nivel educativo y creciente pobreza.

Porque nadie puede negar que 2.500 millones de euros al año, es decir, algo más de 415.000 millones de las antiguas pesetas, dan para mucho. Que correctamente invertidos pueden significar una transformación profunda de la realidad de esta tierra que, lejos de acercarse a la media española y europea, se aleja progresivamente en sus parámetros educativos, en su Producto Interior Bruto (PIB) o en sus cifras de empleo.

Pero, como casi siempre ocurre, poco duran las alegrías en casa del pobre. No es que el billete se nos estropeara en la lavadora, como en el genial gag del Follonero de la pasada Navidad. Sino que al ir a cobrarlo en la correspondiente administración, la del Estado, las cantidades no parecen coincidir con las anunciadas por el coral y presidencial dúo. Y entre más averiguamos, más se devalúa el sustancioso premio.

Salvo tres o cuatro novedades, en especial las relativas a las hidroeléctricas y al conjunto de las energías renovables, poco o nada nuevo bajo el sol en el documento de más de 80 folios, titulado Estrategia Integral para la Comunidad Autónoma de Canarias. De resto, mucho humo. Porque los 2.500 millones del Plan de Carreteras forman parte del convenio a desarrollar hasta el 2017, y lo único que se hace es dotar “a la Comunidad de Canarias de mayor autonomía en la gestión de los 1.900 millones de euros pendientes de aplicación”. Pero ni un euro más.

Al igual sucede con los 120 millones de euros para el transporte regular de viajeros entre 2009 y 2012, que no constituyen novedad alguna. O, en fin, resulta difícil de entender que en el Plan incluyan incluso la autorización de deuda pública, por valor conjunto de 128 millones de euros, a emitir por los cabildos de Gran Canaria y Tenerife.

Todo ello aderezado con subvenciones sin cuantificar, informes sobre el sistema educativo y promesas de futuros convenios. Lo de Educación merece comentario aparte. Pretender reducir nuestras tasas de abandono escolar y, paralelamente, acercar los niveles de formación a la media española con las medidas incluidas en el Plan es, como poco, escasamente riguroso. O por ser más claros, absolutamente imposible. Y alardear de que las Islas tienen muchos becarios es una declaración de Perogrullo.

Analizando minuciosamente los contenidos del documento ministerial, de 2.500 millones de euros al año nada de nada. Mientras que en los Presupuestos Generales del Estado para 2010 figuran 2.400 millones constantes y sonantes, en inversión, para Castilla y León, y no quiero pensar que por ser la tierra del presidente; y se da un privilegiado trato a Baleares, y ni se me ocurre plantear que tiene algo que ver con el socialismo que gobierna el otro Archipiélago.
No hay peor sensación que la de estar convencidos de tener el Gordo en tu cartera y comprobar que te tienes que consolar y conformar con la Pedrea.

Y si eso es frustrante a nivel individual, no lo es menos en el ámbito colectivo. Las esperanzas puestas en el Consejo de Ministros extraordinario celebrado en Las Palmas de Gran Canaria se diluyen a medida que el árbol del millonario titular nos deja ver el bosque de inconcreciones, promesas y vaguedades.

Y, además, hay que aguantar la impertinencia de un ministro que avisa de que ahora, encima, no tenemos derecho a quejarnos; o las proféticas palabras de la vicepresidenta De la Vega anunciándonos que la historia de Canarias cambiará tras el paso de las huestes de Zapatero. ¡Nos descubrieron, por fin nos descubrieron!

Un antes y un después de tan singular jornada que, desafortunadamente, no parece tener constatación alguna en el documento, convertido en un magnífico ejercicio de propaganda que en poco o nada modificará la grave situación que atraviesa la gente de esta tierra.

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